El número de suicidios desencadena un problema de salud pública del que se habla poco
México es un país sofocado por la crisis de violencia más aguda de los últimos 20 años, sin embargo, el estado de Yucatán parece ha emergido como un oasis apacible.
Si bien en 2018 se registraron 48 homicidios dolosos, esta es una cifra muy baja en comparación con otros estados de la República Mexicana.
Y aunque Mérida ha sido reconocida por las Naciones Unidas como la ciudad más habitable de México, la cual es visitada anualmente por 1.5 millones de turistas; existen cifras no tan alentadoras que colocan a la entidad en el número uno de suicidios.
De acuerdo con el subsecretario local de Salud Mental, Yucatán busca un salvavidas para disminuir una tasa de 11.2 suicidios por cada 100 mil habitantes, más del doble que el indicador nacional que se posiciona en 5.1
“La gente tiende a atribuir el suicidio a una causa única e inmediata, y rara vez sucede eso”, señala Guilherme Borges, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”.
A lo largo de la república, Chihuahua es la entidad con la tasa más alta de suicidios, 11.4 por cada 100 mil habitantes, no obstante, este fenómeno se asocia a la violencia provocada en la guerra contra el narcotráfico.
Aguascalientes y Campeche, por su parte, también son dos estados en donde este fenómeno se ha disparado en la última década pese a ser regiones con buen crecimiento económico.
Algunos de los aspectos que las autoridades han identificado para esta problemática de salud pública se encuentran problemas familiares que desencadenen adicciones al alcohol y drogas, o la falta de ingresos económicos.
“Tenemos un serio problema de alcoholismo”, afirma Víctor Roa, director local del Centro de Integración Juvenil, uno de los puntales de la estrategia nacional contra las adicciones.
Esta bebida está presente en el 65% de los suicidios en Yucatán. Tan sólo en 2018 tuvo más de 10 mil 300 casos de intoxicación, seguido por Jalisco con 3 mil 686, según datos de la Secretaría de Salud.
De acuerdo con las cifras, ocho de cada 10 suicidas en Yucatán son hombres, la misma proporción que sufrió o ejerció violencia machista o sexual.
De estos, seis de cada 10 habían expresado su deseo de morir, la mayoría tenía menos de 40 años al cometerlo y más de la mitad lo había intentado antes.
Estos son algunos de los focos rojos que las autoridades han identificado al analizar el historial clínico y las condiciones sociodemográficas de las víctimas, lo que llaman las autopsias psicosociales.
La red especializada “Salvemos una vida”, busca revertir estas cifras a través de una línea telefónica de apoyo que trabaja las 24 horas y que da consulta gratis a miles de personas cada año a través de voluntarios.
“Históricamente, el Gobierno local no ha hecho nada, los esfuerzos han fracasado”, reclama José Vales, el coordinador de la red.
La asociación tiene una fuerte inclinación religiosa y asevera que la ola de suicidios proviene de la desintegración familiar y el desarraigo espiritual.
La organización tiene un catálogo de acciones para abatir el problema que van desde talleres para dejar de comerse las uñas hasta pláticas contra el aborto y el divorcio, lo que les ha valido críticas.
“Recibimos gente de todas las religiones, pero todo mundo sabe que somos católicos”, señala Vales.
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