Cuando bailamos damos paso a un lenguaje universal en donde el cuerpo no miente, pues expresa la verdad de lo que siente
Aproximadamente 28 días después de haber sido concebidos, se dice que el corazón de un humano empieza a latir. A partir de ese momento inicia un proceso rítmico al que se le van sumando nuevas funciones que se complementan cuando esa persona nace y respira por primera vez.
Desde ese momento su cuerpo no deja de danzar a un mismo ritmo para que todos los elementos que lo mantienen vivo puedan hacer su trabajo de forma correcta.
El corazón bombea a cierto tiempo, los pulmones se expanden y contraen de cierta forma y la sangre aumenta y reduce la presión para que todo circule en un organismo cuyas partes funcionan como una orquesta en donde cada integrante sabe el momento junto donde debe hacer su aparición.
Quizá por eso el baile es una de las pocas actividades en este mundo con un lenguaje universal. La ejecución de ciertos movimientos que acompañan al cuerpo, los brazos y los pies sin importar el idioma, ideología o religión. Movimientos que nos hacen sentir bien y provocan que nos zarandemos sin importar el lugar del mundo donde nos encontremos.
O como lo diría la bailarina Karima Mansour, la danza es una acción que busca ayudarnos a restablecer esa conexión perdida. Devuelve a nuestras raíces el sentido cultural, sensual y personal más inmediato. Nos hace ser animales sociales y nos conecta con nosotros mismos al escuchar el propio ritmo interno. Una danza sanadora en donde la humanidad puede encontrarse.
Y es que este lenguaje universal expresado a través del movimiento le pertenece a todos. En donde el cuerpo no miente, pues expresa la verdad de lo que siente. Una coreografía en constante cambio que requiere movilidad, agilidad y adaptabilidad tal y como lo hacen los latidos de un corazón.
Un trabajo en equipo para luchar contra todos aquellos factores externos que busquen hacernos daños. En una revolución constante que inicia desde antes de nacer. La mejor enseñanza de lo que pasa cuando todo funciona de forma correcta.
Quizá de ahí la relación tan estrecha entre danza y vida. O en palabras de Mansour, bailemos al ritmo del corazón, a esa verdad interna, donde esos movimientos internos llevan a las revoluciones internas y de ahí al inicio de un cambio real.
Tal vez así podamos mejorar al mundo, pues ahora todo parece, como si tuviéramos dos pies izquierdos al momento de bailar.
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