Aquí el asunto no es quitar culpas, ni un gramo de responsabilidad a los millones de hombres que se han sentido superiores a una mujer
Las cifras son claras y las alertas de género merecidas. Actualmente en México ser mujer es una desventaja. Sin embargo, hoy me gustaría analizar este problema desde otra perspectiva, como un ejercicio para intentar encontrar una solución a largo plazo del problema. Y por eso les pregunto, el machismo y la violencia hacia la mujer ¿es una cuestión de género o un tema de poder?
A qué me refiero con esto. El yugo contra las mujeres, aquello que las dejas en las peores circunstancias y en los escenarios más difíciles, se debe a la maldad propia de los hombres en contra de ellas o simplemente se trata de quién tiene la bota encima de quién.
Si hoy pudiéramos invertir los papeles acabaríamos inmediatamente con las agresiones o seguiría siendo lo mismo, pero al revés.
Ojo, aquí el asunto no es quitar culpas, ni un gramo de responsabilidad a los millones de hombres que se han sentido superiores a una mujer, y se han creído con el poder para mirarlas lascivamente, tocarlas o agredirlas.
No, aquí el tema es si el hombre cuenta con un gen que lo hace agresivo por naturaleza hacia la mujer, si se trata de la testosterona o simplemente es por la forma en que se ha ordenado el mundo.
¿Será que los seres humanos nacemos agresivos y que el problema debe empezar a tratarse así, para que a largo plazo podamos acabar con la violencia de género? Quizá si empezamos a ser autocríticos como especie podamos alcanzar soluciones reales para acabar con el problema.
Algunos estudios de la Universidad de Barcelona señalan que el ser humano es una especie violenta porque en su naturaleza tiene la agresión, pero sobre todo la creatividad e imaginación para ingeniar nuevas formas de atacar al otro en escenarios específicos. Sabe que la agresividad puede ser un arma para conseguir lo que quiere.
Pero, en qué momento se detona esto. En qué punto un bebé, un niño o un adolescente se cree superior al otro por medio de la violencia. ¿Lo traemos en los genes o es un comportamiento aprendido? La genética y la neurociencia trabajan en ello. Y mientras lo resuelven, por qué no trabajar en casa, desde las bases, desde nuestra comunidad; la tolerancia y la paz, ya no como género, sino como especie.
Un 24 de noviembre de 1859, Charles Darwin publicó uno de los más grandes libros que la ciencia le ha dado al mundo. El Origen de las Especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida.
Una obra que nos abrió la puerta a la Evolución, una palabra que pareciera nos cuesta cada vez más trabajo entender.
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