En Filipinas la devoción y la fé de los fieles los llevan a celebrar el viacrucis de forma extrema, incluso la crucifixión es real
A pesar de que la Iglesia Católica no está de acuerdo con este tipo de expresiones, los fieles deciden llevar al extremo esta celebración de Semana Santa. Así sucede en Filipinas donde la población es sumamente creyente y decide llevar a cabo estos rituales con extremos flagelos.
En el pueblo de San Juan, al norte de la capital Manila, cientos de residentes y de turistas asistieron a una sangrienta representación de los últimos momentos de Jesucristo. Decenas de hombres desfilaron con la cara cubierta mientras se azotaban con ramas de bambú.
La sangre emanó de sus espaldas hasta mojar sus pantalones llegando incluso salpicar a la multitud. “Lo hago por mi familia, para que tengan salud”, dijo Daren Pascual, de 31 años. Al final del desfile, tres personas fueron escoltadas por hombres vestidos de romanos y dos de ellos fueron amarrados a cruces de madera.
Wilfredo Salvador, un enjuto anciano, fue crucificado y tanto sus manos, como sus pies fueron clavados a una cruz, mientras la multitud tomaba fotos y videos y algunos drones sobrevolaban la escena. Tras varios minutos, fue bajado de la cruz.
“Hago esto porque quiero. Le agradezco (a Dios) por darme una segunda vida”, dijo este hombre de 66 años, y que empezó a participar en esta celebración hace 15 años, luego de sufrir un colapso mental.
Este espectáculo es una tradición en las aldeas de la zona de San Fernando, pero en los últimos tres años fue cancelado debido a la pandemia del covid-19. El macabro acto refleja el tipo único de catolicismo de Filipinas, que fusiona las tradiciones de la iglesia con las supersticiones populares.
Muchos de los penitentes, en su mayoría empobrecidos, se someten al ritual para expiar los pecados, rezar por los enfermos o por una vida mejor y dar gracias por los milagros. Los líderes de la iglesia en Filipinas han desaprobado las crucifixiones y autoflagelaciones, diciendo que los filipinos pueden mostrar su profunda fe y devoción religiosa sin lastimarse y haciendo obras de caridad, como la donación de sangre.
Con información de Excélsior