Tras una larga batalla contra su agonía, en enero de 2017 Van Dongen obtuvo el permiso para someterse a una eutanasia en Bélgica, donde residía su familia
Luego de padecer más de un año de sufrimiento físico y psicológico causado por quemaduras con ácido sulfúrico, un joven británico decidió poner fin a su vida en una clínica de eutanasia.
Se trata de Mark Van Dongen quien fue víctima de un ataque de celos de parte de su exnovia, Berlinah Wallace, quien aprovechó el momento en que Van Dongen dormía para vertir el líquido corrosivo sobre su rostro mientras reía y exclamaba: “Si yo no puedo tenerte, nadie más podrá hacerlo”, sostiene Adam Vaitilingam, el abogado querellante.
El ácido “cubrió su cara y la parte superior del cuerpo”, pero a medida que Van Dongen se sacudía de dolor, el líquido “se dispersó hacia su parte inferior”, relató Vaitilingam. Y agregó que el joven, “cubierto de ácido ardiente”, corrió en ropa interior hacia la calle “pidiendo ayuda a los gritos”, hasta que fue ayudado por un vecino que lo metió bajo una ducha y llamó a los servicios de emergencia.
El ataque ocurrió en la madrugada del 23 de septiembre de 2015 y tras él, Van Dongen resultó con el 83 por ciento de su cuerpo quemado y quedó paralizado del cuello para abajo. Además, el joven perdió por completo la vista de un ojo y casi la totalidad de la visión del otro, aparte de sufrir la amputación de su pierna izquierda. “Su rostro y la mayor parte de su cuerpo quedaron con cicatrices grotescas”, resumió Vaitilingam.
Finalmente, tras una larga batalla contra su agonía, en enero de 2017 Van Dongen obtuvo el permiso para someterse a una eutanasia en Bélgica, donde residía su familia.
Por su parte, Berlinah Wallace, quien previamente había realizado búsquedas en internet sobre casos de ataque con ácido, asegura haber pensado que el vaso que arrojó en la cara de Van Dongen contenía agua. La acusada sostiene que fue el propio fallecido el que puso ácido sulfúrico en el recipiente, con la idea de dárselo a beber junto con sus pastillas.
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