La discriminación post contagio de COVID-19 la padecen los recuperados por parte de los “sanos”, aguantando la ignorancia de probables asintomáticos a quienes puedan deberle su mal
Hoy quiero platicarles de Julián. A el le tocó nacer en 1900 del otro lado del mundo, mucho antes del COVID-19. Cuando tenía 14 años no sólo vio el inicio de la Primera Guerra Mundial, sino que años después tuvo que enlistarse para participar como soldado. Una experiencia que terminó cuando tuvo 18 y 22 millones de personas muertas.
No había salido de esa, cuando aparece la gran pandemia. La Gripe Española que durante 2 años arrasa con más de 50 millones de personas, dejando a los sobrevivientes en una severa crisis económica mundial.
Por fortuna sobrevivió al derrumbe de las bolsas en Nueva York, a la inflación, al desempleo y la hambruna. Y se logró convertir en el judío con el mayor rango posible dentro del ejército polaco.
Y a pesar de sólo tener estudios de primaria consiguió aprender ruso, lituano, hebreo, yiddish y algo de francés. Herramientas que le fueron de gran utilidad al establecerse en México en 1927.
A los 33 años, se entera que los Nazis llegan al poder en Alemania y 6 años más tarde estalla la Segunda Guerra Mundial que termina cuando tenía 45 años llevándose a otros 60 millones de muertos y más de 6 millones de judíos en el Holocausto.
#SéFuerteMéxico Hay que tener las prioridades muy claras a pesar de la crisis que ha dejado el #Covid19, hay que dejar de preocuparnos por lo irrelevante #AbreLosOjos @FranciscoZea @ElOpinadorTV por @ImagenTVMex pic.twitter.com/Ii2mJt5nYy
— imagenzea (@imagenZea) June 15, 2020
En 1952 comienza la Guerra de Corea, pleito que continúa hasta hoy. Y a los 64 años Julian ve el inicio de la Guerra de Vietnam, pleito que termino 11 años después.
Aun así, Julián nunca perdió el optimismo. Se dedicó a crear una familia de bien. En donde la educación y el trabajo fuera la base de su formación. Personas que ayudaran al prójimo, pues supo valorar lo que la guerra y las catástrofes le hace a la gente.
En un tiempo en el que si le hubieran dicho que usara tapabocas, entrara al supermercado formado o se quedarse en casa viendo películas y trabajando por internet, lo habrían hecho sentirse bendecido, pues a él le tocó ver familias muertas de hambre, amigos fallecidos por falta de medicinas y colegas masacrados porque alguien se sintió superior a ellos.
Hoy muchas cosas me preocupan de la pandemia. La salud de mi familia, de mis seres queridos, la situación del país, la economía, los dineros y por supuesto la incertidumbre de saber si todos tendremos trabajo en los próximos años.
Pero también una variable que no habíamos visto. La discriminación post contagio. Esa que padecen los recuperados por parte de los “sanos” cuanto quieren integrarse a la cotidianidad. Soportando las ideas quizá de asintomáticos a quienes tal vez le deban su enfermedad.
En un mundo en donde muchos se suben al tren de George Floyd o de Giovanni, y olvidan a Alexander porque ya no es capital político. O ningunean a su prójimo a quien quizá luego le deban la vida, en este futuro que no deja de cambiar.
IPR
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