Aunque las personas puedan creer que se han acostumbrado a cierto nivel de ruido, la realidad es que el cerebro sufre las consecuencias de este
Cuando hablamos de ruido, ningún país como México para ser ejemplo mundial. Y es que en nuestro país hablamos a gritos, vendemos a gritos, nos hacemos entender a gritos y cantamos a gritos.
Ya sea por herencia cultural o por desorden social, México, y en especial la capital nacional, vive su día a día inmerso en ruidos clásicos como el de la campana que anuncia la llegada de los servicios de limpieza, los distintivos vendedores de tamales, pan, elotes y helados que en cada colonia cuentan con su sello personal; quienes gritan para vender agua y gas, y por supuesto quienes compran “colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas, y fierro viejo que vendan”.
Pero, ¿a qué nos exponemos con todo ese ruido que entra desde muy temprano a nuestro oídos?
Desde hace más de 20 años, cada último miércoles del mes de abril, se celebra internacionalmente el Día de la Concienciación sobre el Ruido con el propósito de promover en el ámbito internacional el cuidado del ambiente acústico, la conservación de la audición y la concienciación sobre las molestias y daños que generan los ruidos.
Cuando el ser humano se somete a una constante contaminación auditiva, el cuerpo puede desarrollar daños físicos y psicológicos, entre estos están la pérdida de la audición, irritación, pérdida del sueño, estrés, baja concentración laboral y alteración sanguínea.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha realizado varios estudios sobre las consecuencias de exponerse al alto volumen constantemente, además considera como ruido a todo sonido que sobrepase los 65 decibelios.
Según los expertos, las mayores tasas de contaminación acústica están presentes en países que poseen un número alto de habitantes.
En el caso de Latinoamérica, México se encuentra en el primer lugar de ciudadanos que sufren de algún nivel de pérdida auditiva, con 0.57 de su población afectada; le siguen Brasil y Argentina.
Exteriormente el ruido del transporte, ya sea en embotellamientos o dentro del Metro; así como el desarrollo de actividades comerciales como anuncios de vendedores fijos o ambulantes; o expresiones culturales como conciertos al aire libre; todos estos se vuelven factores que provocan entre los ciudadanos estrés, fatiga, pérdida de audición e insomnio.
La OMS apunta que actualmente 466 millones de personas en todo el mundo padecen pérdida de audición discapacitante y se calcula que, en 2050, más de 900 millones la sufrirán.
Asimismo, la contaminación acústica en espacios interiores tiene efectos perjudiciales para la salud, aunque muchas veces pasa desapercibida o no se llega a relacionar directamente con el problema.
En este rubro encontramos el uso de audífonos para escuchar música y atender llamadas, el volumen de la televisión y uso constante de equipos de sonidos envolventes como los home theathers; sonidos de las mascotas y niños, y finalmente, las del orden expresivo diario, como volumen al hablar y comunicarnos.
Aunque las personas puedan creer que se han acostumbrado a cierto nivel de ruido, la realidad es que el cerebro sufre las consecuencias de este, pudiendo desembocar en periodos de depresión y etapas de ansiedad, además de afectar directamente a la calidad del sueño.
Finamente, el exceso de ruido en el entorno también tiene repercusiones sobre fetos y recién nacidos, pues de acuerdo con los expertos, el ruido excesivo durante el embarazo puede ocasionar pérdida auditiva a alta frecuencia de los recién nacidos y provocar retardo en el crecimiento intrauterino y prematuridad.
Estos problemas auditivos pueden ocasionar a largo plazo, según indican, disfunciones sociales y emocionales en niños en edad escolar.
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