Implementar una mejor infraestructura en las comunidades donde se cocina con leña o carbón, tiene el potencial de beneficiar a todos de manera exponencial
¿Cuántas veces hemos pensado que la cocina podría ser la principal causante de enfermedades, lesiones o problemas ambientales?
Si contamos con una hermosa cocina integrada por una moderna estufa y una práctica barra para la preparación de alimentos, es muy probable que sea más difícil que lleguemos a plantearnos esta situación.
Sin embargo, en muchas zonas de bajos ingresos en las que todavía emplean madera, carbón, residuos de cultivo, estiércol, u otros tipos de combustibles sólidos o biomasa, sufren las consecuencias de los altos índices de contaminación del aire interior de una vivienda.
Este tipo de contaminación genera serias afecciones pulmonares por la inhalación de químicos peligrosos y cancerígenos, además de condiciones perinatales, ceguera e infección del oído medio.
En algunos casos ocasiona pérdida de audición, impactando la adquisición del lenguaje y, consecuentemente, afectando el aprendizaje en su conjunto y el desarrollo de aptitudes y actitudes sociales, incluida la autoestima.
Datos del Banco Interamericano de Desarrollo indican que según un estudio de la German Technical Cooperation (GTZ), los niños y niñas de entre 0 y 5 años y las mujeres son los más afectados por las contaminaciones interiores y, por ende, los más propensos a desarrollar las condiciones mencionadas.
Así, sin un debido control, estas afectaciones pudieran derivar en discapacidad permanente, tanto física como sensorial, pues cerca de la mitad de la población mundial utiliza combustibles sólidos para la cocción de los alimentos.
Esta situación se debe a múltiples barreras culturales, económicas, operativas y de política.
Podrá parecerte extraño, pero en realidad, cambiar el método de cocción de los alimentos representa un enorme desafío, ya que muchas comunidades valoran los modelos tradicionales, no conscientes de los riesgos implícitos de usar leña para cocinar.
A nivel económico, supone un importante desafío:
- El alto costo de las tecnologías para cocción más eficientes (aquellas que usan menos combustibles sólidos y generan menos emisiones)
- La limitada oferta de productos innovadores y flexibles
- La ausencia de incentivos financieros para proveedores y consumidores
De este modo, desarrollar tecnologías para eficientar las estufas de leña, estufas eléctricas de inducción, de biogás y solares es cada vez más importante, y se han presentado notables avances en la materia, permitiendo que disminuyan sus costos. Aunque todavía existe un gran rezago en hacerlas accesibles para la población que más las necesita (una estufa eficiente de leña tiene un costo aproximado de 200 dólares).
Y es que, usar mejores tecnologías y cumplir los estándares de infraestructura son esenciales para proteger la salud, especialmente de las poblaciones más vulnerables. ¿Cuántas historias hemos escuchado de mujeres que jamás fumaron, pero murieron de enfisema o cáncer pulmonar, producto de toda una vida frente a un fogón?
Así, diferentes tipos de tecnologías, acompañadas de soluciones sencillas como hornos o mecanismos de ventilación, pueden adaptarse en viviendas de las zonas de bajos ingresos, como ya pasa en Honduras y Guatemala.
Estas soluciones pueden ayudar a reducir la tasa de contaminación interior a la vez que contribuyen a mejorar los indicadores de salud, especialmente en niños de hasta 5 años.
La infraestructura puede ser un instrumento para fomentar medidas de prevención de enfermedades y lesiones que causan discapacidad permanente. Por lo tanto, una mejor infraestructura tiene el potencial de beneficiar a todos de manera exponencial.
Con información del Banco Interamericano de Desarrollo
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