Horacio Silvestre Quiroga Forteza fue un cuentista que a lo largo de su vida se sintió atraído por escribir y reflejar la naturaleza, el amor y una prfunda tristeza
Sin embargo, estas historias evidenciaban una vida llena de tragedias; perdió a muchos seres cercanos y sus historias de amor no tuvieron finales felices.
Se inclinó hacia algunos movimientos el modernismo y naturalismo, marcando claramente el conflicto entre la naturaleza y el ser humano.
Es considerado uno de los mejores cuentistas de Latinoamérica, no solo en su época, sino de todos los tiempos.
Horacio nació en Uruguay el 31 de diciembre de 1878, gran parte de su vida la vivió en Argentina. Su madre fue Pastora Forteza y su padre Facundo Quiroga, quien murió tras un accidente con su escopeta al regresar de cazar. Horacio, para ese entonces, tenía 2 meses de edad.
Su madre se casó con Mario Barcos, un hombre que se ganó el cariño de Quiroga. En 1896 el padrastro del autor tuvo un derrame cerebral que lo dejó mudo y semiparalizado, Barcos se deprimió de tal manera que se disparó a la boca utilizando sus pies. Horacio vio el momento en el que sucedió , pues abría la puerta de la habitación en el momento de la detonación.
En 1901 publicó su primer libro, sin embargo en ese año fallecieron sus dos hermanos y su amigo Federico, a quien accidentalmente asesinó al disparársele un arma.
El dolor de estas tragedias, en especial la de su amigo, obligaron al autor a radicarse en Argentina, en donde viajó a la selva de misiones y logró alcanzar la madurez como profesional y escritor.
Se le instruyó como pedagogo y consiguió un empleo de profesor en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
Horacio enseñó castellano, y en 1908 se enamoró de Ana María CiresB, se vio obligado a rogar a los padres que les permitieran casarse.
La pareja se fue a vivir a la selva y tuvieron 2 hijos; pero Ana no estaba feliz de vivir allí, y decidió suicidarse en 1915.
El autor decidió regresar a Buenos Aires con sus hijos; trabajó de secretario en el Consulado General uruguayo. En aquel tiempo, inspirado por el viaje transcendental a la selva, Quiroga produjo obras importantes, entre ellas: Cuentos de la Selva, publicada en 1918.
En los últimos diez años de su vida, Horacio se casó con María Elena Bravo, tuvieron una hija y se radicaron en la selva de Misiones. No le permiten trasladar su cargo en el Consulado por un cambio de gobierno, su segunda esposa también se cansó de la vida selvática y se regresó a Buenos Aires, esto frustró al autor.
Su separación no evitó que, al enfermar, María y su hija lo acompañaran. Quiroga regresó a Buenos Aires a ser tratado, padecía de cáncer de próstata. El 19 de febrero de 1937 el escritor decidió acabar con su vida por intoxicación cianhídrica,
Horacio fue ayudado por un hombre con una enfermedad de degeneración en la piel, conocido como Vicente Batistessa y bautizado en el hospital de Clínicas como el Hombre Elefante argentino. Vicente es quién le facilitaría el cianuro que lo terminaría matando para evitarle el sufrimiento del cáncer que padecía.
En su aniversario luctuoso te recomendamos tres cuentos imperdibles:
-La gallina degollada
El matrimonio Mazzini-Ferraz es una pareja que se casó feliz e ilusionada, con la idea de completar su alegría trayendo al mundo un hijo.
El destino empieza a tejer extraños caminos para concederle al matrimonio su deseo, desembocando en un final completamente sorprendente, en
-Las medias de los flamencos
Las víboras realizaron una fista invitando a todos los animales del pantano. Los flamencos, animales torpes y en búsqueda de la aprobación de sus nuevas amigas, se disponen a hacer todo para ser las mas elegantes y vistosas de la fiesta.
–La abeja haragana
Una abeja que no gusta de trabajar es la protagonista de esta historia, ella simplemente volaba y tomaba el jugo de las flores, dejaba que las otras abejas que si trabajaban hagan la miel.
En este cuento se encuentra una moraleja evidentemente aparente, pero confusa si el lector le dedica tiempo de análisis. “No es la inteligencia lo que nos hace fuertes, si no que trabajemos”, y que “trabajemos, pues que al fin que nuestros esfuerzos tienden es muy superior al cansancio de cada uno”.
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