Cada vez con más frecuencia nos vemos obligados a acceder a nombrar la realidad con otras palabras, a negar lo que ven los ojos, a reinventar el concepto de “mujer”
En los últimos días hemos sido testigos del poder y la influencia de lo que algunos han llamado “histeria colectiva”.
El caso de la infestación de chinches en la UNAM, más allá de las carcajadas que nos han arrancado con creativos memes, pone de manifiesto la fragilidad de las convicciones de quienes están encargados de la toma de decisiones.
Bastaron unos cuantos videos con estudiantes gritando asustados, y negándose a asistir a clases, para que las autoridades decidieran fumigar, a pesar de no encontrar evidencia alguna de chinches en las instalaciones. Esa acción, a decir de los expertos, acabará con grandes cantidades de insectos indispensables para mantener el equilibrio de la flora y la fauna de la zona ecológica de la UNAM.
¿Por qué nadie se cuestionó los alcances de dicha decisión? ¿Por qué nos parece inofensivo acceder a la presión de las masas?
Y este es solo un primer ejemplo.
El otro ejemplo es menos inocuo y ha perdido ya toda la gracia.
Cada vez con más frecuencia nos vemos obligados a acceder a nombrar la realidad con otras palabras, a negar lo que ven los ojos, a reinventar el concepto de “mujer”.
Para muchos es poca cosa, porque “¿qué más nos da que alguien sienta que vive en el cuerpo equivocado? ¿En qué nos afecta que una persona mutile y cambie su cuerpo?”. Es cierto, ESO no nos afecta en nada. Para gustos, los colores.
No obstante, pensar que la gran mayoría de la población debe sucumbir y pisotear los derechos de las mujeres (ganados con sangre) por el capricho de unos cuantos hombres, se está volviendo peligroso.
Que los trans ganen competencias deportivas en las categorías de mujeres o certámenes de belleza, como sucedió con el reciente triunfo de miss Portugal 2023, equivale a un inofensivo meme sobre las chinches.
Lo preocupante es ver cada vez más mujeres violentadas por negarse a compartir un baño con una persona con pene; legisladoras acusadas de discriminación por decirle “señor” a un hombre; lesbianas tildadas de tránsfobas por no querer relacionarse con hombres con pene que se dicen lesbianas; mujeres violadas en cárceles (de mujeres) por hombres que dicen haber nacido en el cuerpo equivocado.
Los tomadores de decisiones (de ambos sexos) que están sucumbiendo y modificando la ley para cumplir estos caprichos a costa de violentar los derechos de las mujeres, están cometiendo el mismo error que las autoridades de la UNAM: están acabando con todo un ecosistema sano para darle gusto a unos cuantos que dicen haber visto chinches en su universidad.
Edith Verónica Luna, maestra en intermediación cultural por la USAL