El ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación amenazando jueces y ordenando sentencias favorables para funcionarios del partido en poder.
Parece de telenovela, pero realmente pasó, o eso se presume después de un escandaloso reportaje por parte de Televisa.
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Pintemos la escena. El magistrado Alberto Roldán, entonces juez quinto de distrito en materia de amparo, deliberaba el caso de Frida Martínez Zamora, ex-secretaria general de la Policía Federal, acusada junto a otros 18 funcionarios de un desfalco de 2,500 millones de pesos. Roldán recibe una llamada, solicitando su audiencia con Carlos Alpizar, quien fue secretario general del Consejo de la Judicatura y mano derecha del ministro Zaldívar. Al tener una idea general de lo que le van a pedir, Roldán decide grabar esta y todas sus futuras interacciones con Alpizar. Arriba al famoso piso 14 del Consejo de la Judicatura, entrega su celular, y como si fuera una película, graba el audio de la reunión con un dispositivo escondido en su traje. Alpizar le explica al magistrado que se trata de un caso de gran “importancia institucional”. Se entiende que Alpizar pide favorecer a los funcionarios implicados para evitar un escándalo de corrupción en plena época electoral. Cuando el magistrado Roldán se muestra renuente, Alpizar le recuerda que “en política hay trascendencias y consecuencias, este es un encargo del presidente de la corte”. En las subsecuentes interacciones que tuvieron estos dos individuos, se evidencían amenazas directas hacia el padre y el hermano del magistrado, todas grabadas de la viva voz del mismísimo secretario general del más alto órgano de justicia en este país.
Cuando Roldán se negó a dictar sentencia a favor de Martínez, fue cambiado de adscripción a Morelia. Inmediatamente después de su traslado, un secretario del juzgado claudicó, negando la orden de aprehensión contra Martínez Zamora y sus colaboradores. En este momento, el magistrado Roldán decide enviar una serie de grabaciones incriminatorias a Televisa. En el contexto del juicio político iniciado contra el ministro Zaldívar, se suman las acusaciones de tráfico de influencias, intimidación y cohecho. Zaldívar y Alpizar las niegan rotundamente, alegando que son calumnias sin fundamento, a lo que Televisa responde publicando su reportaje completo con dichas grabaciones que presuntamente confirman lo que muchos ya habían comentado.
Lo escandaloso, para mí, no es que haya sucedido todo esto, sino el cinismo con el que responde nuestro gobierno y la apatía con la que reacciona nuestra sociedad. Claudia Sheinbaum ha reiterado, una y otra vez, que de llegar a ser Presidenta, pondría a Zaldívar a cargo de una reforma total del poder judicial. El mismo presidente Lopez Obrador defiende al exministro, recordando con júbilo como, en su mandato palacio nacional intervenía “respetuosamente” en el poder judicial. Suena a una manera muy “respetuosa” de decir que por años se violentó el orden constitucional.
Esta investigación, como muchas antes, puede ser un parteaguas para materializar el accountability en la función pública. Sin embargo, se tiene que ver manifestado en las urnas. Si la sociedad no ejerce un voto de castigo, está dejando en claro que realmente no le importa la corrupción. Puede más la maquinaria política de un partido en poder que la voluntad ideológica del ser.
Recordemos que hace 10 meses Hernan Gomez Bruera publica Traición en Palacio, describiendo a fascinante detalle el modus operandi de como Julio Scherer Ibarra y otros operadores políticos manipularon al poder judicial de la federación para proteger sus intereses político-económicos. Hace 10 meses estas acusaciones se veían como un tabú, se comentaban en los clubes campestres y en las salas aeroportuarias, los grandes centros cambiarios en materia de chisme en este país. Sin embargo, hoy día estos temas ya no son tabú. Hoy se comentan a toda hora y en todo momento en Televisa y en TV Azteca, las mismas cadenas televisivas que en su momento le negaron promoción al libro de Gomez Bruera; cadenas que ahora publican sus propios reportajes en torno al ouroboros de la corrupción judicial, una red delictiva propiciada por los más altos funcionarios encomendados con combatirla.
Lamentablemente, es más fácil resolver un caso de corrupción por medio del chisme y la intriga que con investigaciones serias. Prestamos más atención al escándalo de los audios, que al libro de Gómez Bruera o que al desfalco multimillonario que originó esta saga. Un magistrado no debería de convertirse en una especie de agente especial para torcer a un funcionario corrupto. Si el sistema funcionara, por naturaleza sería auto-regulatorio. Debemos aspirar a un modelo de gobernanza seria, lejos de estos circos que se asemejan más a un episodio de Sabadazo que a un caso jurídico digno de la Suprema Corte. Pero hasta entonces, y por el bien de nuestra democracia, sigan sacando los audios.
Por Glenn Ernesto Beltrán Padilla