Previo a su muerte, Fátima fue torturada al extremo, fue violada vaginal y analmente, dislocándole un hombro, las muñecas y los tobillos
De solo 12 años de edad, ese 5 de febrero de 2015 en el municipio mexiquense de Lerma, Fátima salió de la escuela y aborda el camión que la llevaría de regreso a su casa, al bajar a las 2:20 de la tarde, caminó por la vereda que recorría todos los días; sin saber que algo pasará.
Contrario a la costumbre, ese día sus padres no bajaron por ella a la parada del autobús, se les hizo tarde.
Una hora con veinte minutos después, la niña sigue sin llegar a su casa, cuando regularmente llegaba a las 3:00 de la tarde, sin importar que sus padres la recogieran al bajar del transporte o se la encontraran a medio camino.
Al ver que su hija no llegaba, comenzó la pesadilla para sus padres.
«Yo salgo por aquí a las 3:40 de la tarde pensando, que tal vez Fátima está en la carretera porque haya pasado algún accidente, la realidad ese era mi pensamiento», nos dice su madre, quien nunca se imaginó lo que encontraría.
Desde el primer momento de la búsqueda llamó la atención la casa de los hermanos Atayde Reyes, quienes desde el primer momento ellos debieron haber visto a la menor cuando se internó en la vereda; en todo momento debían tenerla a la vista.
«Me paro exactamente aquí Misael estaba sentado en el reposabrazos del sillón ahí le pregunto Misael no viste pasar a Fátima y él me contesta que no, en ese momento escucho ruido de la ventanita y se asoma su hermano Luis Ángel Atayde Reyes y le pregunto, ¿Luis Ángel tu no viste pasar a Fátima? Y me dice no», recuerda la señora Lorena Gutiérrez, madre de la niña.
A la mujer se le hizo extraño dado que Misael tenía perfecta visibilidad para ver a su hija caminando por la vereda, mientras que Luis Ángel podía visualizarla cuando fuera saliendo de una curva por la que pasaba, pero ambos hermanos negaron haberla visto.
Después de no obtener respuesta satisfactoria, empezó a bajar y a unos cinco o seis metros de distancia fue que encontró la sudadera de su hija y un cuchillo con sangre. Teniendo a los hermanos Misael y Luis Ángel como testigos desde su casa.
Es entonces que ve salir a un tercer sujeto corriendo que vestía un pantalón tipo cholo y unas chanclas.
«En ese momento ya no me cabía la menor duda de que ellos habían tenido que ver en la desaparición de mi hija, y en que yo hubiese encontrado la sudadera, el cuchillo», explica la señora Lorena.
Es cuando ve a Misael salid con la mochila de Fátima en las manos, trata de de detenerlo, pero éste se encontraba drogado y la avienta junto con el morral.
Después de esto, entre las 4:00 y 5:00 de la tarde, los padres y hermanos buscan a Fátima. Con la ayuda de los vecinos poco a poco van encontrando pistas que los hacen pensar que se encuentra herida.
Fue alrededor de las 5:00 de la tarde cuando el cuerpo de Fátima es localizado semienterrado en una zanja sobre la que su propia madre había pasado momentos antes, sin imaginar que estaba parada sobre el estómago de su hija.
Previo a su muerte, Fátima fue torturada al extremo. Le cortaron su cara 10 centímetros, su cuello 10 centímetros, le picaron un ojo en el trayecto, le tiraron todos los dientes, la picaron alrededor de 90 veces y cuando llegaron a donde fue semienterrada, la violaron vaginal y analmente, dislocándole un hombro, las muñecas y los tobillos. Le abrieron el pecho 30 centímetros, las entrepierna 10 centímetros.
La niña luchó, por lo que le arrojaron tres piedras en la cabeza de una altura de un metro veinte; una de 26 kilos y dos de 32 kilos. Así fue como cegaron su vida de tan solo 12 años.
Después de semejante crimen, los vecinos de Fátima estaban encolerizados, queriendo linchar a quienes señalaban de responsables. Al grado que, a las 9:00 de la noche los policías judiciales y ministeriales del Estado de México pidieron a los padres de la niña que les ayudaran a contener a turba enardecida, para así poderlos llevar y que pagaran por lo que habían hecho.
Así, pese a la oposición de un pueblo que clamaba hacer justicia ojo por ojo, los papás de Fátima consiguieron que los inculpados fueran entregados a las autoridades, no por perdonarles la vida, sino porque hubiera justicia para su hija.
Con información Elizabeth Trenado
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