Entre los servicios que realizan las vírgenes consagradas están el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y el trabajo apostólico
Recientemente la Santa Sede publicó el documento “Ecclesiae Sponsae Imago” que profundiza el tema del rito litúrgico de las Vírgenes Consagradas, y en el que se incluye una cláusula que expone que la virginidad física ya no es un “prerrequisito esencial” para la consagración.
Cabe aclarar que las Vírgenes Consagradas son mujeres que buscan vivir en castidad eterna para servir a Jesucristo y al cielo, por lo que su consagración se celebra a través de una ceremonia donde visten de blanco y se entregan a Cristo con la ayuda de un obispo.
Esta forma de vida ha experimentado un enorme crecimiento en los últimos años, y actualmente hay más de cinco mil mujeres en 42 países que han ofrecido votos de esta índole.
A través de este nuevo análisis del documento publicado por primera vez en 1970 por voluntad de Pablo VI, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica aclara algunas prácticas y detalla, en la sección 88, que ya no es necesaria la virginidad física para poderse consagrar a Cristo.
“La llamada a dar testimonio del amor virginal y fecundo de la Iglesia a Cristo no se reduce al signo de la integridad física […] Haber guardado el cuerpo en perfecta continencia o haber vivido ejemplarmente la virtud de la castidad, aunque es de gran importancia en orden al discernimiento, no constituye requisito determinante en ausencia del cual sea imposible admitir a la consagración”, explica dicha cláusula.
El orden de las vírgenes es un grupo de mujeres consagradas que viven en el mundo, con un vínculo especial con la Iglesia y el obispo, para servir a la Iglesia con su santidad de vida y su apostolado. Entre los servicios que realizan las vírgenes consagradas están “el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostólico, según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una”.
Las mujeres que se entregan a esta orden abarcan edades desde los 20 y hasta los 80 años, y anteriormente la mayor virtud con la que se destacaban era la abstinencia sexual. Posteriormente la Iglesia permitió que mujeres casadas, divorciadas y separadas también participaran en esta consagración.
Aunque esto muestra una mentalidad más abierta e incluyente por parte de la iglesia y podría abrir el diálogo a que las mujeres que deseen servir a Dios ya no sean juzgadas por lo que hacen con sus cuerpos, hubo reacciones negativas.
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