Será el tema de la Virgen con el Niño el más demandado por la clientela de Rafael convirtiéndolo en el gran creador de Madonnas de su época
Pocos pintores del Renacimiento italiano han sabido interpretar el ideal de belleza y el amor hacia el clasicismo que supone el Humanismo como lo hizo Rafael Sanzio, el más joven de los tres grandes creadores del Cinquecento y también el más ecléctico.
Raffaello Santi, también llamado Rafael Sanzio o Rafael de Urbino, fue un pintor y arquitecto italiano, que por su clasicismo equilibrado y sereno basado en la perfección de la luz, la armonía en la composición y el dominio de la perspectiva, se convirtió junto Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarrotti, en uno de los pintores más estéticos del Renacimiento.
Su padre, fue el pintor y humanista Giovanni Santi, quien lo introdujo en la ideología filosóficas de la época y en el arte de la pintura, pero falleció cuando Rafael contaba con once años, y para ganarse la vida comenzó a trabajar como artista independiente desde los 17 años de edad.
Tras el fallecimiento del padre en 1494, queda bajo la tutela de un tío paterno y acude al taller de Timoteo Vitti, pintor formado en el estilo de Francia y de Costa, resultando una de las primeras influencias para el joven artista.
Años más tarde acudirá al taller de Pietro Vannucci, el Perugino, para completar su formación. La estancia en Perugia servirá para que Rafael asimile las tonalidades claras, las elegantes composiciones y el paisaje espacioso de su maestro, contactando en estos años con Pinturicchio.
No se conoce con exactitud qué tipo de relación mantuvo Rafael con Perugino, del que unos lo consideran discípulo y otros socio o colaborador. Sea como fuere, lo cierto es que superó rápidamente a Perugino, como se desprende de la comparación de sus Desposorios de la Virgen con los de este último.
Desde 1504 hasta 1508 trabajó fundamentalmente en Florencia, en donde recibió la influencia del arte de Leonardo da Vinci, quien decora la Sala del Consejo del Palazzo della Signoria, y Miguel Ángel que trabaja en el David.
De entre sus obras de este período (El sueño del caballero, Las tres Gracias), las más celebradas son sus variaciones sobre el tema de la Virgen y la Sagrada Familia.
Los personajes sagrados, dotados de cautivadores toques de gracia, nobleza y ternura, están situados en un marco de paisajes sencillos y tranquilos, intemporales.
En estas telas, Rafael da muestras de su inigualable talento para traducir a un lenguaje sencillo y asequible los temas religiosos.
Su maestría en la composición y la expresión y la característica serenidad de su arte se despliegan ya en plenitud en la Madona del gran duque, La bella jardinera o La Madona del jilguero, entre otras obras.
En 1508, el papa Julio II lo llamó a Roma para que decorara sus aposentos en el Vaticano. Aunque contaba sólo 25 años, era ya un pintor de enorme reputación. En las habitaciones de Julio II, conocidas en la actualidad como Estancias del Vaticano, Rafael pintó uno de los ciclos de frescos más famosos de la historia de la pintura.
La vida, el movimiento, los escorzos, las anatomías de las figuras serán para Rafael un nuevo reto, abandonando su estilo suave y delicado para introducirse en el Cinquecento.
Será el tema de la Virgen con el Niño el más demandado por la clientela durante su estancia florentina, convirtiéndose Rafael en el gran creador de Madonnas, que serán imitadas por diversos autores europeos como el español Luis de Morales.
En el ámbito particular, Raffaello plasmó de forma magistral la penetrante mirada y la expresión circunspecta pero afable de Castiglione, un humanista, cortesano, escritor, noble y diplomático italiano, amigo suyo y cuya pintura se puede contemplar en el museo del Louvre de París.
Asimismo realizó el retrato de una mujer llamada La Fornarina, la cual se cree, aunque no se ha demostrado, que se trata de Margherita Luti, amante de Rafael e hija de un panadero.
En este bello retrato, destaca el contraste entre la calma del rostro y las agitadas ondulaciones de las ropas, así como el gran protagonismo de la luz.
El 6 de abril de 1520 Raffaello falleció en Roma a los 37 años, sin poder disfrutar de todos los elogios y parabienes que le esperaban, admirado por su cortesía y generosidad.
En su pintura permite integrar las influencias de los mejores maestros de su tiempo, resultando un estilo personal que ha marcado a numerosas generaciones de artistas, llegando hasta el Neoclasicismo con Ingres.
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