No, no era un “pocho”, como algunos ignorantes lo califican, era un fascinate mexicoamericano, que amaba ambos lados de la frontera, porque los hay ejemplares
Las tres ocaciones que tuve la oportunidad de dialogar con él, fueron realmente muy largas.
La primera fue cuando acudí a recogerlo como gobernador en activo a principios de 2007 hasta Santa Fe, Nuevo México (porque se llamara así), en viaje sin precedente en el pequeño avión de la compañía para la que trabajo.
Desde la hoy CDMX hasta el estado que entonces gobernaba, incluido el regreso a la hermosa Puebla, estuvimos juntos, más de 9 horas, sumando el traslado, la comida y la cena que después celebramos en las famosas “Mañanitas” donde radicaba su madre en la incomparable CUERNAVACA. De eso ya pasaron más de 15 años.
Nuevamente coincidimos, porque fue irremediablemente así, en el WWC, EL WODROW WILSON CENTER EN DC, en la capital norteamericana, Washington, DC.
Fue tan amable, como la primera vez, aunque estaba un poco enfadado.
Venía de una negociación truncada con el siempre complejo gobierno cubano para rescatar (sacar de prisión) a un paisano, latinoamericano.
Me dolió francamente enterarme de su fallecimiento la semana pasada, apenas con 75 años.
No, no era un “pocho”, como algunos ignorantes lo califican, era un fascinante mexicoamericano, que amaba ambos lados de la frontera, porque los hay ejemplares.
Tuve el monumental privilegio de tratarlo, pero sobre todo el alto honor de aprenderle mucho.
QEPD
DON BILL RICHARDSON (TODO CON MAYÚSCULAS) a quien tuve el increíble honor de conocer, de reconocer, de admirar (LOS DONES I) y abrazar.
Ejemplar estadounidense y maravilloso MEXICANO.
Buen semana siempre.
Carlos Mora Álvarez
Carlos Mora Álvarez, especialista en comunicación política y temas migratorios