En 2001, la Secretaría de Turismo lanzó la iniciativa de los Pueblos Mágicos, como una política para reconocer aquellas localidades que conservan sus tradiciones, su patrimonio histórico y natural, además de tener atributos únicos que los vuelven atractivos para el desarrollo del turismo. La intención era, originalmente, nombrar a una localidad por entidad federativa, con el ánimo de impulsar la actividad turística como una opción productiva que mejorara su anatomía económica y combatir las desigualdades.
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Algo pasó en el tiempo. El programa fue perdiendo su espíritu original; digo su espíritu, porque si bien el objetivo legal del programa no cambió de 2001 al 2018, el método de los nombramientos perdió rigurosidad y muchos se convirtieron en compromisos políticos entre el secretario de turismo en turno y los gobernadores, legisladores o hasta compadres.
El programa fue una tropicalización de una iniciativa francesa denominada “Les Plus Beaux Villages de France” (a los interesados en el tema, les recomiendo visitar la página https://www.les-plus-beaux-villages-de-france.org), una iniciativa nacida el 6 de marzo de 1982 para proteger y promover el notable patrimonio de ciertos municipios excepcionales y ofrecer así una alternativa a la desertificación rural. Actualmente existen 180 comunidades que tienen esta distinción en Francia; sin embargo, la filosofía que las rige se ha mantenido por más de 40 años, y créame que no han cometido los mismos errores que nosotros.
A diferencia de México, cuyas decisiones políticas se impusieron muchas veces a la rigurosidad técnica, los franceses han otorgado este sello bajo una organización privada y pública que emplea un verdadero enfoque de calidad basado en un proceso científico y en estrictos criterios de selección. Este método, que ha demostrado su rigor y selectividad, es una garantía de la credibilidad de la etiqueta, como así lo indica el proceso de selección dispuesto en su página oficial.
Entre los elementos a evaluar son: tener una población máxima de 2 mil habitantes, contar con al menos 2 sitios históricos, demostrar mediante un proyecto la motivación colectiva; asimismo, el pueblo candidato será objeto de una evaluación in situ de 32 criterios objetivos; y por último, los datos recogidos durante la evaluación son objeto de un informe integrado por varias comisiones de expertos a través de un proceso riguroso y apolítico, además el organismo tiene el poder único y soberano de clasificar o desclasificar las aldeas. Se reúne dos veces al año para examinar las solicitudes de nuevas aldeas, pero también para reexaminar aquellas clasificadas.
En México, de 2001 a 2014 no hubo una regulación estructurada e imparcial sobre el nombramiento de los Pueblos Mágicos. En 2014 se promulgaron los lineamientos generales para la incorporación y permanencia de Pueblos Mágicos; asimismo, el programa fue acompañado de una partida presupuestal (PRODERMÁGICO) que al 2018 ascendió a 585 millones de pesos, gasto que por demás resultó insuficiente, ineficiente y se acompañó de una gestión de recursos poco transparente y que generó muchas observaciones por parte del órgano fiscalizador.
Con la llegada del Presidente López Obrador en 2019, los recursos del PRODERMÁGICO se reorientaron a las prioridades de la nueva administración, y con orgullo les cuento que durante mi gestión como Director General de Planeación y Director General de Gestión Social de Destinos de la SECTUR Federal (2019-2022), se logró el relanzamiento de los Pueblos Mágicos mediante la publicación en el DOF de la Estrategia Nacional de Pueblos Mágicos, que impulsó una estricta regulación y la inclusión de muchas dependencias de la administración federal en apoyo a estos destinos.
Esta acción permitió que estos pueblos dejaran de ser de exclusivo fomento de la SECTUR, a ser un elemento de impulso por parte de todo el Gobierno Federal y de los 32 gobiernos de los estados, logrando que la suma de los recursos destinados por distintas dependencias, triplicase lo dado por el extinto PRODERMÁGICO; es decir, cada una de las instituciones puso un grano de arena en apoyo a estos destinos: la SEP construyó escuelas, Seguridad Pública dotó de equipamiento, la SEDATU construyó museos, mercados y canchas, CULTURA desarrolló acciones en su materia, el INAES impulsó la economía social, COMUNICACIONES rehabilitó caminos y carreteras, etc.
Aunado a lo anterior, y ante el desapego e incredulidad del propio titular de la dependencia, se detonó una estrategia para posicionar a los Pueblos Mágicos como fue el Tianguis Internacional de Pueblos Mágicos, el Día Nacional de Pueblos Mágicos y una serie de alianzas para promoverlos con el invaluable apoyo de organizaciones públicas y privadas que creen en el potencial de estos maravillosos lugares.
Celebro no haber sido testigo del nombramiento arbitrario de 45 Pueblos Mágicos en 2023 sin la rigurosidad técnica debida, pues no se garantizaron estándares mínimos de atención al turismo y protección al patrimonio, cuestión que devalúa la marca y desacredita el esfuerzo de miles de empresarios y trabajadores que han apostado por sus localidades.
En fin, la pregunta aquí es: ¿Cuántos Pueblos Mágicos más? ¿Cuántos verdaderamente cumplen con la filosofía original del nombramiento? ¿En verdad responden a la expectativa del turista? ¿El patrimonio se ha conservado o el turismo ha sido factor para su degradación? ¿Se ha reducido la pobreza en estos lugares o siguen igual o más pobres que antes?
Ante la oportunidad de una nueva administración encabezada por Claudia Sheinbaum, Presidenta Constitucional de México y con ánimos renovados de Josefina Rodríguez, la joven y experimentada Secretaria de Turismo Federal, estamos en la antesala de lo que puede ser un nuevo modelo de desarrollo para estos destinos mágicos.
Creo que hay elementos sustantivos para potenciar su desarrollo, que ameritan tomar medidas que tal vez no sean populares pero que conllevarán a mejorar la competitividad del turismo en estas localidades, como son el retiro del nombramiento a aquellos pueblos que han demeritado su deber, la ejecución de un modelo estricto de evaluación en el que participe la propia SECTUR, la iniciativa privada organizada y las asociaciones turísticas de la sociedad.
Por su parte, sería muy bueno reorientar recursos ejecutados por el FONATUR para el desarrollo de los Pueblos Mágicos, en un esquema de participación tripartita: federación – estado – municipio; impulsar la suma de recursos con las demás dependencias en el bienestar de las comunidades e incentivar el desarrollo de ecosistemas digitales en pro de estas localidades.
Indudablemente el impulso a un nuevo modelo para recuperar la magia de los Pueblos Mágicos tendrá palabras clave como: mejoramiento del espacio público, capacitación, seguridad, protección al turista, integración regional, inclusión social, protección al ambiente, conservación del patrimonio, evaluación, participación comunitaria, peso a peso, innovación, promoción turística, tecnologías, gentrificación, voluntad política y sostenibilidad, por mencionar algunas.
Creo fervientemente que los Pueblos Mágicos son una alternativa para diversificar la oferta para el turismo nacional e internacional, reducir la pobreza y recuperar nuestra más íntima identidad como mexicanos. Recuperemos su magia en favor del potencial turístico nacional y de los beneficios que trae consigo su desarrollo sostenible.
Aprovecho para enviar una felicitación a Josefina Rodríguez Zamora, Secretaria de Turismo del Gobierno de México por este importante encargo, augurando su éxito por el bien de México.
Nos leemos a la próxima.
Por: Mario Alberto González S.
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