Rolando Álvarez, obispo en Nicaragua, reapareció en una misa luego de estar retenido desde la semana pasada por fuerzas de seguridad del país
El obispo nicaragüense Rolando Álvarez, retenido desde hace una semana por las fuerzas de seguridad en su curia acusado de intentar desestabilizar al país, aseguró este jueves que está bien de salud junto con una decena de personas que lo acompañan.
Álvarez, de la Diócesis de Matagalpa, ubicada al norte de Nicaragua, fue acusado por la Policía Nacional de de “desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales”.
Nos encontramos gracias a Dios bien de salud, viviendo en comunidad (…) estamos en las manos de dios”, dijo Álvarez en una misa que transmitió por Facebook.
Sobre la retención en la Curia Episcopal, monseñor Álvarez aseveró que es un “retiro” donde se encuentra en familia rezando, además de dialogar con fuerza interior, con paz y serenidad en el corazón.
“Anoche he hablado con las Hermanas Clarisas para felicitarlas en las vísperas de este día y me han manifestado que todas sus plegarias y oraciones están puestas, subiendo a los cielos por nosotros que nos encontramos aquí reunidos y retenidos ya en el octavo día, hoy Día de Jesús Sacramentado, porque la vida de nosotros once que estamos en la Curia Episcopal de Matagalpa (…) Nuestras once vidas están en las manos del Señor. Queremos hacer solamente su voluntad”, explicó.
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El obispo Rolando Álvarez cumplió hoy ocho días de estar sitiado por la Policía Nacional, y junto con ñel se encuentran otros cinco sacerdotes, tres seminaristas, y dos laicos, sitiados por policías en la curia de la Catedral de Matagalpa, que la tarde del miércoles fue merodeada por un dron, cuyo uso es restringido en Nicaragua.
Según la Policía, el prelado, al que actualmente tiene bajo investigación, busca “desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales”.
Se trata de uno de los momentos más tensos entre la Iglesia católica y el Gobierno nicaragüense desde que la histórica imagen de la Sangre de Cristo de la Catedral de Managua fue calcinada el 31 de julio de 2020 en un acto que el papa Francisco calificó de “atentado”, mientras que las autoridades lo clasificaron como un accidente.
El estado de Álvarez, de la Diócesis de Matagalpa, norte de Nicaragua, causó preocupación ante la falta de noticias sobre su situación. El obispo llevaba cinco días de silencio a pesar de que al inicio de su encierro dijo que transmitiría una misa a diario.
Las autoridades investigan al religioso por intentar “organizar grupos violentos” e incitar “a ejecutar actos de odio (..) con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua”, indicó la policía el pasado viernes.
Las fuerzas de seguridad vigilan que el Álvarez no abandone su curia, una situación que el prelado, de 55 años, ha calificado de “casa por cárcel”.
Las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno de Ortega se deterioraron en 2018, cuando varios templos abrieron sus puertas para refugiar a los manifestantes heridos durante las protestas contrarias al mandatario que fueron duramente reprimidas.
El gobierno sostiene que estas manifestaciones fueron parte de un intento de golpe de Estado promovido por la oposición con el apoyo de Washington y del cual los obispos fueron cómplices.
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CAB