El tiempo lo dirá cuando las condiciones de los hospitales permitan a los especialistas cambiar su lista de prioridades por la pandemia de COVID-19
Un día como hoy pero de 1950, se llevó a cabo el primer transplante de riñón. Lo hizo el doctor Richard Lawler y su equipo, en el Hospital Little Company of Mary de Illinois.
La paciente, Ruth Tucker, una mujer de 44 años con enfermedad renal poliquística, quien logró tener 10 meses el órgano antes de rechazarlo, debido a que por ese entonces no se tenía en mente los medicamentos antirrechazo y la terapia inmunosupresora que tantas vidas salvó después. Aun así el trasplante permitió que el otro riñón se recuperara y Ruth vivió 5 años más.
¿Por qué traigo a colación el tema? Porque hace unos días, una persona en Twitter me preguntaba, por qué se no se usaban los órganos de las personas fallecidas por CoVid para transplante.
Una duda bastante razonable y que seguramente más de un instituto médico en el mundo ya se ha empezado a preguntar.
Por lo pronto, y con la información generada hasta el momento de lo que se sabe de la enfermedad, la respuesta es obvia. No, debido a que se trata de órganos contaminados, que incluso sometiéndolos a bajas temperaturas para su conservación no se sabe si podrían ser capaces de eliminar al CoVid de su registro y garantizar la seguridad del nuevo paciente que ya de por si, llega delicado a la operación. ¿Se podrá en el futuro?
El tiempo lo dirá cuando las condiciones de los hospitales permitan a los especialistas cambiar su lista de prioridades por la pandemia.
¿Qué está pasando con los enfermos recién trasplantados o quienes están a la espera de un órgano? Por el momento, los primeros están siendo sometidos a estrictos protocolos de cuidado. Distanciamiento físico, desinfección de manos y precauciones respiratorias.
Además de que por ahora deberán usar en todo momento caretas y cubrebocas con un análisis detallado de sus médicos sobre las restricciones, medidas y medicamentos que deben tener.
Sobre todo en el caso de los tratamientos, se recomienda tener dosis de reserva a la mano, idealmente para un lapso de 90 días.
Y mantenerse aislados teniendo en sus botiquines lo necesario para contener fiebre y dolor. Así como comestibles y consumibles para no salir.
Quienes están a la espera de un transplante, deberán extremar precauciones y de preferencia tener consultas por videollamada.
Mientras que los hospitales serán los encargados de decidir la pertinencia de las operaciones con base en el riesgo, pero sin afectar las condiciones del órgano donado.
Y a partir de ahora, será un requisito más para los donantes y personas cercanas a el, pasar un estricto examen de CoVid, pues bajo la sospecha del virus, por lo pronto, es mejor no utilizar los órganos.
IPR
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