Porfirio Díaz sigue siendo objeto de polémica. Por un lado, sus detractores insisten en que era un tirano, mientras que otros piden comprenderlo, más no juzgarlo
Cuando nos referimos a Porfirio Díaz, sin duda la primera idea que nos puede venir sobre su figura es la de “dictador”.
Objeto de estudio por décadas, en los últimos tiempos su recuerdo ha resurgido con la polémica sobre el mito que lo envuelve como uno de los grandes villanos históricos o si hay un movimiento que trata de reivindicarlo, aludiendo que al México contemporáneo le haría falta un Porfirio Díaz que pusiera “orden y progreso”, convencido de ser un libertador.
Originario de una humilde familia mixteca de Oaxaca, sabemos que nació un 15 de septiembre, pero poco conocido es el paso que tuvo en su carrera militar y el papel que desempeñó en pasajes como la revolución de Ayutla, la guerra de reforma o la intervención francesa.
Influenciado en una política liberal, inspirada en las revoluciones estadounidense y francesa, teniendo como ejes ideológicos el progreso material, el orden social y la estabilidad, de la mano con el positivismo de Henri de Saint Simón y Auguste Comte.
Que ya en su periodo como gobernante, bajo una conservadora mano firme implementó una serie de medidas orientadas al desarrollo del país y el orden social, como la construcción puertos y ciudades, de miles de kilómetros de líneas férreas que conectaron a los puertos más importantes con la frontera del norte para facilitar el intercambio comercial y las comunicaciones, se fundaron algunos bancos, se regularizó el cobro de impuestos, se fomentó la explotación de los recursos petrolíferos para comenzar perforaciones e instalar refinerías, se estimularon las industrias mineras y textiles.
Inclusive, se registran importantes esfuerzos por desarrollar la educación pública, principalmente en las zonas urbanas, inaugurándose la Universidad Nacional (hoy UNAM).
Sin embargo, las bondades de este progreso, únicamente las disfrutaron un reducido sector de la población, mientras que el grueso de la sociedad rural que era la mexicana, vivía en condiciones de explotación similares a las del feudalismo, bajo un esquema subordinado a las haciendas.
La desigualdad entre los muy ricos y los muy pobres se hizo abismal. Elemento clave que determinó su caída, dando paso a la Revolución Mexicana.
Así, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori murió en el exilio a los 104 años de edad un 2 de julio de 1915 en París, Francia.
En los últimos años del Porfiriato reinó un clima de represión, en el que la fuerza de las armas se utilizaba con violencia creciente lo mismo contra bandidos que contra opositores, a todos los que se atrevieran a cuestionar el clima de “orden y progreso” en el que Díaz mantenía a México.
Y a 104 años de su muerte, su figura sigue siendo objeto de polémica entre los mexicanos. Por un lado, sus detractores insisten en que era un tirano y dictador, mientras que otros piden comprenderlo, más no juzgarlo.
Que, si bien no supo comprender las demandas de justicia de su tiempo, el país presentó avances incuestionables bajo su mandato de tres décadas, poniendo de ejemplo la introducción del cinematógrafo u obras como la columna de la Victoria Alada (Ángel de la Independencia) y edificios como el Palacio Postal, el de Palacio de Bellas Artes o el de Comunicaciones y Obras Públicas, en la Ciudad de México, en aras de hacer de México una nación desarrollada como Francia.
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16 de mayo 1917; Nace en Sayula, Jalisco, Juan Rulfo, autor de “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”