La historia de la tragedia “Expedición Terra Nova” fue llevada a la música por José María Cano, quien los exaltó como héroes anónimos. A 107 años los recordamos
En 1988, la icónica banda de pop española, Mecano, lanzó su quinta producción discográfica llamada “Descanso Dominical”, en donde incluían el tema Héroes de la Antártida, un homenaje a los exploradores británicos Henry Robertson Bowers, Robert Falcon Scott y Edward Adrian Wilson, miembros de la expedición Terra Nova, la cual buscaba conquistar la cúspide del lugar más frío de la tierra.
Sin embargo, aquella expedición fue la tumba para los exploradores que murieron abandonados en el Polo Sur, con el peso histórico de ser considerado “el peor viaje del Mundo”.
Corría el año de 1820, cuando rumores de la existencia de un desierto de hielo arribaron a Europa. Varios navegantes y exploradores señalaban que aquél sitio era indomable y una tumba segura para los más valientes, por lo que entrado el siglo XX, el mítico Polo Sur y el continente antártico se convirtió en la “joya de la corona” para los más aventureros que, auspiciados por sus países, buscaban convertirse en los primeros en conquistar el lugar.
Uno de los competidores más importantes fue Robert Falcon Scott y su tripulación, quienes el 15 de julio de 1910 salieron de Inglaterra con la intención de llegar al Polo Sur para recoger distintas pruebas científicas, analizar el territorio, y por qué no, hacer historia.
Con el nombre de expedición Terra Nova o British Antarctic Expedition, oficialmente el viaje se dividiría en tres fases. En la primera (1910-1911), formada por 64 hombres, se estableció una base en el cabo Evans (isla de Ross), el campamento donde se realizarían las investigaciones y pruebas científicas.
La segunda (1911-1912) tenía como meta estudiar las montañas, glaciares y bahías de la costa norte de Tierra Victoria, algo que se complicó cuando avistaron que en la parte externa de la isla de Ross se encontraba otro grupo, cuyo líder era el noruego Roald Amudsen. Este asentamiento hizo que su estrategia se acelerara.
Luego de días de travesía, Sctott y su equipo finalmente llegaron al Polo Sur y descubrieron que en efecto, el equipo Noruego tenía más de un mes de haber llegado primero.
La tragedia llegó en el viaje de vuelta, cuando la tripulación pereció ante el gélido frío, abandonados por su país.
Según los cálculos del capitán Scott, los 2.842 kilómetros de ida y vuelta al lugar les llevaría aproximadamente 144 días, por lo que dividió a cada uno de ellos en dos grupos. Los primeros emplearían los tractores para subir por el hielo y los segundos lo harían con perros y ponis.
La organización se desbarató, pues el gélido frío provocó que los tractores fallaran y muchos de los animales fallecieran. También se produjeron numerosas bajas en el equipo, lo que retrasó el ritmo y provocó que finalmente quedaran cinco hombres, Scott, Edward A. Wilson, H. R. Bowers, Edgar Evans y Lawrence Oates, capitán del ejército británico.
La decepción, las terribles temperaturas y el cansancio extremo fueron acabando con sus posibilidades de regresar a casa, inclusive el propio líder señaló que era probable perecer en el intento. “Me temo que el viaje de regreso va a ser terriblemente agotador y monótono“, anotó el 19 de enero de 1912 en su diario.
Llevaban 21 días caminando por el hielo cuando llegaron al glaciar Beldmore, a 17 kilómetros del último depósito donde habían dejado combustible y alimentos.
El espesor de la nieve provocado por un enorme descenso de las temperaturas hizo que caminar se volviera toda una odisea. Además la carencia de nutrientes provocó que el ánimo y la salud de muchos se debilitara.
El primero en caer fue Evans por una infección de un corte en la mano que le provocó numerosas molestias hasta el día de su muerte, el 17 de febrero de ese año. Esta pérdida que caló en el resto, sobre todo en las esperanzas del capitán, quien el 3 de marzo escribió en sus páginas personales: “Dios nos ayude, pues lo cierto es que no podemos continuar con este esfuerzo. En grupo todos estamos de buen ánimo, pero ignoro qué siente cada hombre en su corazón“.
Tras la muerte de Evans le seguiría Lawrence Oaetes, que abandonó la tienda del equipo el día de su cumpleaños, 17 de marzo, que dejó como aviso: “Voy a salir, quizá me quede fuera un tiempo”. Y eso es lo último que se supo, pues nunca más se le volvió a ver.
Dos días después de su desaparición, el equipo reanudó su marcha y fue aquí cuando se vivieron los momentos más trágicos del viaje. Una fuerte tormenta de nieve hizo que el campamento que habían montado los tres últimos supervivientes se tambaleara.
Ocho días fueron los que estuvieron aislados y sin ningún tipo de posibilidad de salir, de huir de la muerte en la nieve.
El 29 de marzo Scott dejó escritas unas palabras de despedida, en lo que es considerado su último soplo cálido y el último grito de esperanza.
“Perseveraremos hasta el final, pero cada vez nos encontramos más débiles, por supuesto, y el fin no puede estar lejos. Es una pena, pero no creo que pueda escribir más. Por el amor de Dios, cuidad de nuestra gente”. Dos días después murió.
Ocho meses después, el 12 de noviembre de 1912, fueron encontrados en sus sacos de dormir. El frío había vuelto sus pieles transparentes y vítreas.
La historia de esta tragedia fue llevada a la música por José María Cano, quien los exaltó como héroes anónimos que perecieron sin que nadie acudiera en su auxilio.
Por si no conoces la canción, aquí te la dejamos para que la disfrutes.
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