“Todo lo que México no haga por si mismo para ser libre, no debe esperar, ni conviene que espere que otros gobiernos u otras naciones hagan por él.”
Benito Juárez.
Vaya frase que hemos repetido por más de un siglo. De autoría del expresidente Porfirio Díaz, como lo atestigua un artículo publicado en 1962 titulado “Historia de una frase sensacional” de Nemesio García.
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El enunciado enmarca una compleja relación de ambos países. Muchos mexicanos sentimos vivas las huellas históricas del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848 que determinó la pérdida del 55% del territorio original de México. Por otro lado, imagino también el recelo de los estadounidenses con los mexicanos por asuntos como la migración masiva de paisanos, el tráfico de drogas, la delincuencia organizada, la visión distinta del desarrollo, entre otras disparidades.
Pese a ese reconcomio mutuo, la evolución del capitalismo ha “obligado” a nuestros países a ser dependientes, uno del otro. Esto tal vez no por voluntad propia, sino por designio divino al compartir 3,169 kilómetros de frontera común.
Por más que las diferencias políticas pretendan lo contrario, los vínculos entre México y Estados Unidos son inquebrantables. La geografía lo reafirma, la sociedad lo determina y el futuro conviene. En 2023, México desplazó a China como el principal socio comercial de Estados Unidos. El intercambio comercial mutuo alcanzó 798 mil millones de dólares en bienes y servicios, poniendo en relieve farmacéuticos, petróleo, servicios, computadoras, automóviles, semiconductores, oro, metalurgia y turismo; además, 42% del comercio de Estados Unidos, se realiza únicamente entre México, China y Canadá.
Ningún otro país exportó ni la mitad de lo que exportaron a Estados Unidos estos 3 socios comerciales. Bajo esta perspectiva, México exporta solo hacia el vecino del norte el 80% de su valor de producción, en tanto que para Canadá solo se destina 3% de las exportaciones mexicanas. El saldo de la balanza comercial entre México y Estados Unidos, afortunadamente es superavitaria para nuestro país.
México, China y Canadá han sido históricamente los 3 primeros socios importadores de productos estadounidenses. Antes de 2023, China había sido el principal importador de Estados Unidos; sin embargo, a partir de ese año, México superó a China y Canadá.
Estas circunstancias demuestran la real interdependencia del bloque económico de América del Norte, que representa aproximadamente 20% del PIB del planeta.
Comento lo anterior como reflexión sobre el papel que México debe asumir en dicho ajedrez, marcado por la tensión de los bloques económicos y militares, encabezados de un lado por Estados Unidos y por otro China.
China es la segunda potencia hegemónica y el mayor exportador global. Los principales socios comerciales de esta nación en términos de importaciones de productos chinos a los mercados externos son Estados Unidos, Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Vietnam, India, Rusia, Alemania, Países Bajos, Malasia y México.
La relación comercial de México y China, significó más de 116 mil millones de dólares en comercio bilateral en 2023; sin embargo, la balanza comercial es ampliamente deficitaria. Para poner en perspectiva este desbalance, del intercambio indicado, México solo exportó alrededor de 9 mil millones de dólares al país oriental, el resto fueron importaciones chinas a México.
La argumentación viene a colación en esta etapa de transición del mundo globalizado, que produjo la pandemia y se manifiesta en el nearshoring. Replantear el papel de México en el entorno internacional resulta crucial e impostergable para garantizar nuestro desarrollo, soberanía y seguridad, pero también nuestra posición en la geopolítica.
Derivado del reciente triunfo del presidente Trump en la Unión Americana, se ha desatado una gran controversia sobre el rumbo de su política internacional, misma que ya impactó las perspectivas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T–MEC) por las declaraciones sobre la imposición de aranceles del 25% a importaciones desde México y Canadá, como medida de presión para detener la invasión de drogas y migrantes ilegales, y el reclamo por la proliferación de inversiones chinas que, buscando los beneficios del tratado, se instalan en nuestro país, para acercar la producción y limitar la vulnerabilidad en sus cadenas de transporte y las tensiones geopolíticas existentes.
En este contexto, vale la pena valorar si nos enfocamos a fortalecer la relación con nuestro principal socio comercial, en el marco de una política multilateral que potencie el bloque económico de América del Norte, o nos diversificamos ampliamente para hacer de México un territorio de fronteras abiertas.
Hay algo que es cierto. La cercanía de México, Estados Unidos y Canadá obliga a trabajar conjuntamente para que el progreso permeé de mejor manera en todos los territorios, por conveniencia económica, política y de seguridad.
Reitero que la relación nunca ha sido fácil, ni lo será en el futuro. Es una relación natural que se da entre la potencia hegemónica mundial con su país vecino, el cual no ha logrado superar el rezago. Entendamos la relación entre el centro y la periferia como lo describe la teoría del Sistema Mundo de Immanuel Wallerstein.
Pese a ello, es pertinente reconocer que tenemos de vecina a la nación más rica y poderosa del planeta, cuya dinámica económica también ha permitido la generación de millones de empleos, del intercambio de mercancías y un comercio que es vital para México. “Si Estados Unidos tiene catarro, México pulmonía”, frase que popularizó el exsecretario de hacienda, Agustín Carstens durante la crisis de 2008. Efectivamente, si a Estados Unidos le va mal, México tendrá que asumir también las consecuencias.
Opto por ser optimista en estrechar la relación política y económica con Estados Unidos. No es descartable vincularnos con otros bloques como el que lidera China, una potencia económica que seguramente será el nuevo poder hegemónico global de manera indiscutible superando a Estados Unidos; sin embargo, considero que, en el mediano plazo, puede ser muy benéfico blindar a América del Norte ante los riesgos geopolíticos como la guerra militar, comercial y el terrorismo.
La voluntad política y el cumplimiento de los pactos asumidos, marcarán el éxito del T–MEC. México debe fortalecer su compromiso en temas de seguridad y combate al crimen organizado, al tráfico de drogas, especialmente fentanilo, así como el control de la migración desde el sur del país, donde la frontera con Belice y Guatemala es prácticamente inexistente.
En tanto que Estados Unidos, debe también reconsiderar su responsabilidad en materia de consumo de sustancias prohibidas entre su población, el tráfico desmedido de armas y dinero sucio hacia el sur, el trato digno hacia los indocumentados, el cambio climático, el muro fronterizo, por mencionar algunos.
El reto es monumental en el marco de los recientes gobiernos nacionales. Si bien los riesgos de una relación mal lograda son muy peligrosos, también existe la oportunidad de que se sienten las bases para una relación más corresponsable en ambos lados de la frontera y más fructífera en sus resultados económicos y sociales para los 3 países, especialmente con nuestro vecino, país que tiene en su territorio a 38 millones de mexicanos que han emigrado en busca de un mejor porvenir.
Al tiempo.
Nos leemos pronto.
Por: Mario Alberto González S.
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