Las fórmulas mágicas: conjuros y rituales, considerados blasfemos, se transmitieron entre distintas mujeres a pesar de la censura inquisitorial.
El poder de la palabras:
Al momento de hablar transformamos la realidad. La palabra hace: afirma, convence, jura, mueve. Las mujeres novohispanas lo tenían claro y descansaban en la oralidad su convicción para alejar las desgracias, remediar enfermedades, maldecir o atraer al hombre amado.
Imprimían en la voz una fuerza mágica capaz de saciar sus deseos, es decir, la fusión en un mismo momento entre causa y efecto.
“Para que las quisieran bien”:
Hablemos del contexto que envolvía a las mujeres, para que ellas pudieran consumar su afecto, las autoridades eclesiásticas consideraban imprescindible el matrimonio. La unión debía sujetarse a las leyes de fidelidad, además, la pareja tenía que cumplir los roles asignados tradicionalmente a cada género.
A la mujer se le delegaba la preparación de alimentos y satisfacción del hombre “despertar y mantener en él la afectividad y el deseo para lograr la reciprocidad y que la quisiera bien” esto fomentaría que el varón se sintiera “reconocido como fuerte, superior, quien tomaba las decisiones trascendentes para la familia y necesario proveedor económico”, según relata Noemí Quezada en Sexualidad, amor y erotismo. México prehispánico y México colonial.
No obstante, había laxitud en las condiciones, la Nueva España favoreció todo tipo de relaciones amorosas que salían del ideal religioso: adulterios y amancebamiento.
Esposas y concubinas:
Una de las grandes preocupaciones de las mujeres de ese periodo era desposarse con alguien que les ofreciera sustento, reconocimiento social y defendiera sus intereses. De lo contrario, su vida no sería sencilla.
Aquellas “menos afortunadas” debían resignarse al concubinato, condición inestable que las ponía en riesgo de abandono, ya que ninguna responsabilidad ataba al hombre hacia ellas.
El desasosiego las empujó a refugiarse en remedios mágicos, los cuales buscaban invertir los papeles de subordinación, siendo ahora ellas las dominantes.
El egoísmo no permeó los asuntos amorosos; las novohispanas, al saberse vulnerables, mostraron empatía e intercambiaban su conocimiento mágico con otras —incluso de distintas condiciones sociales— ya que estas memorizaciones representaban “muchas veces el único recurso en el
que podían depositar sus esperanzas de una vida mejor”, de acuerdo con el investigador Jair Antonio Acevedo.
A continuación, algunos conjuros que escapaban de boca en boca:
Conjuros:
- Conjuro de san Silvestre de Monte Mayor:
Señor san Silvestre de Monte Mayor
AGN, Inquisición, vol. 206, exp. 4, ff. 164r-164v, Ciudad de México, 1593, “Proceso qontra
que ligasteis a la draga y al dragón
y a la doncella y al varón del toro blanco
que en la carrera se humilló,
ligad a fulano de pies y de manos
de ojos, de corazón,
que venga a mi querer y a mi amor
dándome lo que tuviere
y diciéndome lo que supiere.
Joana de Añasco, biuda, natural de Sevilla, vezina de México, por hechizerías”.
- Conjuro de ánimas:
Ánimas,
AGN, Inquisición, vol. 208, exp. 4, f. 29r, Veracruz, 1594, “Proçesso qontra Magdalena
que en la tierra fuistes criadas
y en la mar fuistes ahogadas,
yo os llamo,
que un don os vengo a dar
y otro os vengo a demandar.
Por las ansias y fatigas
que tuvistes en la mar furiosa y brava
quando os ahogastes,
me traigáis a fulano
a mi servir y a mi mandar.
Hernández, biuda, vezina de la çiudad de Veracruz y natural de la çiudad de Málaga en los reynos de Castilla, por hechicerías”.
Conjuro de la estrella:
Conjúrote, Estrella,
AGN, Inquisición, vol. 128, exp. 14, f. 492v, Ciudad de México, 1577, “Proçesso contra
que cortéis una vara del monte de Satanás
o de Barrabás
y que con ella le des a fulano
en el coraçón
y hagas que me quiera.
doña Margarita Pacheco, biuda, natural de Barçelona, vezina de México, por superstiçiones”
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