Como ciudadanos, debemos tomar una postura crítica, activa y propositiva, para así salvar a esta generación de niños ante el clima de violencia
¿Qué está pasando con la violencia e inseguridad en México? ¿Qué le estamos haciendo a nuestros niños?
Después de ver sucesos como lo ocurrido el viernes 19 de abril en Minatitlán, Veracruz, donde un bebé fue ejecutado a quemarropa por un grupo de sicarios que masacró a los asistentes a una fiesta, y dos días después en Comalcalco, Tabasco, a otro menor de meses tendido sobre la calle, tras resultar herido cuando la camioneta en la que lo transportaban, fuera atacada a balazos.
Son imágenes que además de doler, preocupan. Además de que la delincuencia ya no tenga “honor” y poco les importe darle el tiro de gracia a un bebé, me pongo a pensar cómo va a crecer esa generación de mexicanos que no puede salir a jugar a las calles con la misma libertad de la que yo gocé.
Ya nos pasó en la década pasada con los entonces jóvenes que quedaron a la mitad de la “guerra contra el narcotráfico”, con lamentables casos como el de Villas de Salvárcar en Chihuahua, los dos estudiantes del Tec de Monterrey que murieron a las puertas de su centro de estudios en la capital de Nuevo León, y los cientos de adolescentes que murieron al ser captados como sicarios o halcones.
Fueron una generación de mexicanos a los que se les privó del anhelo de un futuro prometedor. Que, en varias entidades del país, cursaron sus estudios con el miedo de que saliendo de clases se registrara un tiroteo. Que, en sus clases de innovación, desarrollaron mochilas u otros dispositivos antibalas y hoy, son los primeros en aplaudir cuando sale algún justiciero anónimo en las noticias.
Ante esta realidad, qué lejos se miran los ideales que marca la Convención sobre los Derechos del Niño de la UNICEF.
Si hubiera que rendir un informe, cómo explicamos el derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental y social, cuando los niños ya son parte de las víctimas de los enfrentamientos.
No se diga del derecho a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación, o a ser criado con un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos y hermandad universal. ¿Cómo les explicamos esto a los niños de Minatitlán, de Ciudad Juárez o toda Tamaulipas?
Por ello, ante dicho clima de descomposición social, es más urgente hacer hincapié en inculcar valores a nuestros hijos. Porque buena parte de toda esta situación, se propició por la postura laxa de civismo.
Y cuando hablo de valores, no me refiero a cuestiones religiosas o de moralidad, sino a los criterios que ayudan a tener una convivencia social armoniosa: Respeto, amor, libertad, justica, tolerancia, honestidad, responsabilidad y lealtad.
Va desde respetar los turnos en las filas de espera, ser dueños responsables de las mascotas o, no dejar olvidado un hijo en el Oxxo.
El horizonte no es muy alentador, pese a los manifestado por el Gobierno de la República, no hay indicios de que este ambiente de putrefacción se resuelva en el corto plazo. Pero tampoco podemos dejarles toda la responsabilidad a las autoridades.
Como ciudadanos, debemos tomar una postura crítica, activa y propositiva, para así salvar a esta generación de niños, para que, sin sobreprotegerlos, permitirles tener el mejor desarrollo posible y en dos décadas, no sea adultos insensibles o con secuelas de estrés postraumático.
Contenido relacionado
Entre dolor y desolación, realizan funerales de víctimas de Minatitlán