Más allá de las risas que esta anécdota pueda causar, recordemos no dejar al alcance de los niños objetos filosos como los rastrillos
Todos tenemos anécdotas de cosas que hicimos de pequeños y que pusieron en jaque a nuestros padres, travesuras que al contarlas nos hacen gracia en reuniones familiares y con amigos, pero que en su momento fueron un verdadero dolor de cabeza para quienes nos ayudaron a salir del lío.
Pues esto fue lo que vivió una mamá con su pequeño hijo, el cual se afeitó las cejas justo el día antes a la toma de fotografía de grado de su escuela.
La mujer, que no supo si reír o llorar, descubrió al infante justo en el momento en que había desaparecido con el rastrillo de su papá, no una, sino las dos cejas de su cara.
Apurada por el hecho de que al día siguiente el menor tenía que presentarse a la toma de fotografía grupal e individual del año en su escuela, ideó una rápida y práctica solución que “nadie notaría”, y tomando un delineador se las dibujó.
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Lamentablemente su idea no fue tan bien aplicada pues el pequeño tenía una ceja más arriba y más gruesa que la otra, por lo que nadie pudo evitar preguntar qué le había ocurrido.
La imagen de este chiquito se filtró en redes sociales y la anécdota ahora es conocida por todo el mundo.
Más allá de las risas que el rostro del niño pueda causar, lo cierto es que objetos afilados como rastrillos, navajas, tijeras y “cuters”, siempre deben de estar lejos de los menores, ya que lo menos que les puede pasar con este tipo de insumos es que, como a este “descubridor”, se pierda parte del vello corporal.
Y ustedes, ¿qué hicieron de chiquitos?
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NCV