Geneviève Jeanningros, amiga cercana del Papa Francisco, conmovió al asistir a la basílica de San Pedro para despedirlo.
Desde este miércoles, miles de fieles, obispos, cardenales y miembros del Vaticano despiden al papa Francisco en la basílica de San Pedro, tras su fallecimiento el 21 de abril.
Miles de personas están llegando a la basílica de San Pedro para despedirse del pontífice, entre ellas una monja que captó la atención de todos por su comportamiento fuera del protocolo.
Se trató de Geneviève Jeanningros, miembro de la orden de lasHermanitas de Jesús, quien conmovió por el momento que protagonizó frente al féretro del Papa.
Monja, amiga del Papa, rompe protocolos
Con una pequeña mochila al hombro, la hermana Jeanningros no se limitó a una simple despedida. Se quedó en silencio, en una de las esquinas del recinto, junto al cuerpo del Papa.
Allí, oró durante siete minutos, sin contener las lágrimas. El respeto por su momento fue tal que, aunque muchos la observaban, nadie la interrumpió ni intentó apartarla del lugar.
Durante ese tiempo, obispos, cardenales y personal del Vaticano continuaron su paso, mientras ella permanecía en oración.
Su presencia reflejaba una profunda conexión con Francisco, a quien consideraba un amigo muy cercano.
¿Quién es Geneviève Jeanningros?
Sor Geneviève no era una desconocida para el Papa. Ambos mantenían una relación cercana desde hacía años.
El propio Francisco la llamaba con cariño “la enfant terrible”, apodo que hablaba de su fuerte personalidad y su entrega a causas poco comunes dentro de la Iglesia.
Con 81 años, esta religiosa ha dedicado gran parte de su vida a acompañar a mujeres transexualesy feriantes en la localidad de Ostia, en Italia.
Desde 2022, era frecuente verla en las audiencias generales de los miércoles, donde llevaba a personas trans y homosexuales para que participaran en los encuentros con el Papa.
El trabajo de Jeanningros no ha pasado desapercibido. Ella ha sido una defensora incansable de quienes muchas veces son marginados incluso dentro de entornos religiosos. Su objetivo ha sido claro: “devolverles la dignidad” y, cuando ha sido posible, “rescatarles de la prostitución”.
En una de sus declaraciones más conmovedoras al diario del Vaticano, afirmó:
“Ninguna persona debe sufrir la injusticia de ser desechada, a nadie se le puede arrebatar la dignidad de ser hijo de Dios”.
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