Este acervo, único en Latinoamérica, resguarda decenas de restos áridos, cientos de mandíbulas con mutilaciones dentales y miles de vestigios óseos.
Alrededor de 100 momias de Zacatecas, Chihuahua y Tamaulipas, junto con cientos de mandíbulas con mutilaciones dentales y miles de osamentas de las épocas prehispánica, virreinal e histórica, se resguardan en 10,000 cajas en el sótano del Museo Nacional de Antropología, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
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En un recorrido exclusivo con Excélsior, Maria del Carmen Lerma Gómez, responsable del Centro de Resguardo de Restos Humanos de la Dirección de Antropología Física (DAF), muestra algunas de las joyas de este acervo —considerado el más grande en Latinoamérica—, restringido a investigadores y expertos que indagan sobre enfermedades antiguas, procesos biológicos de adaptación y la morfología dental.
En este espacio, bajo estricta seguridad, se conservan, por ejemplo, los siete restos óseos más antiguos del Valle de México. Destaca el cráneo de la Mujer del Peñón III, con 12,700 años de antigüedad; las osamentas parciales de los hombres de Chimalhuacán, de Balderas y de Tlapacoya, que datan de hace 10,500 años, y el Hombre de Texcal, de hace 7,480 años. Todas descubiertas a lo largo del siglo XX.
Pero esto es sólo el principio. En otro espacio se resguardan los restos momificados, dentro de cajas de polipropileno. “Entre los vestigios más interesantes que tenemos están los momificados. Las momias más famosas son las egipcias, las de Guanajuato, pero aquí (en el MNA) tenemos casi 100 momias naturales de distintas partes de México, así como algunos ataúdes del siglo XVIII.
“Esta serie histórica viene del templo de Santo Domingo, en Zacatecas, que incluye adultos y niños. También tenemos otras momias infantiles del norte de México, que son prehispánicas, históricas y de la época virreinal; nos muestran sus prácticas culturales”, destaca Lerma Gómez.
Una de las momias mostradas a este diario pertenece a un infante de la época prehispánica, proveniente de la Cueva del gigante de Chihuahua, que habría pertenecido a los antiguos rarámuri, el cual fue envuelto en petates de fibra vegetal, sujetados con cuerdas hechas a base de cabello, que fue depositado en un abrigo rocoso o en cuevas.
“Y lo que podemos ver con este tipo de restos humanos, cuando son rescatados en excavaciones arqueológicas, es que se puede recuperar el contexto y aportar información de esos grupos que hoy ya están desaparecidos”.
Un segundo caso es la momia de un infante del siglo XVIII, proveniente del templo de Santo Domingo, en Zacatecas. “Todos los individuos que vienen del templo de Santo Domingo eran personas que tenían un estatus económico más o menos alto, porque estaban en la nave de la iglesia y portan ropajes hechos exprofeso para su sepultura, como sucede en este caso, donde el infante porta el ropaje inspirado en algún santo”.
DEFORMACIÓN DENTAL
Lerma Gómez también muestra ejemplos de deformaciones craneales intencionales y casos de mutilación dental.
“Existen muchas teorías sobre estas prácticas; algunos (expertos) dicen que era con fines estéticos, otros que intentaban igualar a los dioses. Lo cierto es que la mayoría de la gente practicaba algún tipo de deformación y la iniciaba desde que el bebé nacía”, aprovechando la flexibilidad ósea para adaptar el cráneo.
En otro tipo de mutilación dental —detectada en dentaduras de Jaina o de Chiapa de Corzo encontradas en los años 70— se aprecian incrustaciones de obsidiana, jadeíta y serpentina en los dientes incisivos, aparentemente, para dar estatus, simular a algunos animales o demostrar que pertenecías a un grupo.
“Un dato interesante es que el cemento utilizado para pegar las piedras es tan bueno que ha durado más de 500 años y, hasta donde se sabe, fue hecho con baba de nopal y alguna resina (natural) de la época”, explica.
¿Qué es lo deseable para este centro de resguardo en el futuro?, se le pregunta a Lerma Gómez. “¿Qué falta? Tener un área más amplia para la investigación y en cuanto al área de conservación… el recurso, que luego no llega y eso nos frena un poquito para el trabajo.
“Además, creo que también falta más investigación, por ejemplo, que vengan (estudiantes) a hacer su servicio social, es decir, que los estudiantes de las tres escuelas del INAH vengan a trabajar y que aprendan”, concluye.
INCRUSTACIONES: En las mutilaciones dentales halladas en Jaina y Chiapa de Corzo se aprecian distintas adhesiones de obsidiana, jadeíta y serpentina en los dientes incisivos, para mostrar algún tipo de estatus.
RECORREN EL PASILLO DE LOS MUERTOS
Otro espacio destacado en este centro de resguardo es conocido coloquialmente como el Pasillo de los Muertos, el cual contiene 3,000 cajas avejentadas con huesos de contextos virreinales.
Algunos de éstos fueron excavados en los años 80, frente a la Catedral Metropolitana, y otros provienen de la iglesia de la Soledad y la Capilla de Santa Teresa, aunque carecen de identificación.
“No te puedo hablar de un número de individuos, porque tenemos una gran cantidad de huesos (recuperados de fosas) y para saber ese dato necesitaríamos abrir cada caja, apuntar el número de huesos y hacer algunas fórmulas para sacar el dato, pero requeriría de tiempo y recursos”, apunta Lerma.
Las cajas utilizadas para guardar estas osamentas, detalla, son de cartón ordinario.
“Recomiendan que, para cuestiones conservativas sean de cartón desacidificado, pero hicimos algunas pruebas y observamos que la mejor opción es ésta.
“Las momias están en cajas de polipropileno, que es un material más caro, aunque conservativamente mejor. Sin embargo, yo tengo 10,000 cajas (de cartón), ¿ustedes creen que me van a dar dinero para (adquirir) esa cantidad de cajas de polipropileno, con estas medidas y con estas características?”, destaca.