Las diferencias entre las células animales y vegetales son lo que hacen que la flora resista cambios tan bruscos como la radioactividad
El accidente de la planta nuclear de Chernóbil ha junto con el accidente nuclear de Fukushima I en Japón en 2011, como el más grave en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares, suele ser incluido entre los grandes desastres medioambientales de la historia.
La radiación que emitió fue más grande que las de las dos bombas atómicas lanzadas en Japón por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Aunque los poblados de los alrededores fueron evacuados y permanecen deshabitados, algunas de las personas que estuvieron en contacto con los agentes expulsados durante la explosión desarrollaron cáncer y sus descendientes mutaciones genéticas.
Pero la vida humana no era la única que existía en ese lugar, también había flora y fauna, la vida animal poco a poco se ha ido abriendo paso en ese ecosistema, pero la a flora sólo le tomó tres años hacerlo.
Las plantas que sobrevivieron a la explosión fueron todas aquellas que estaban más allá de los 10km2 próximos al reactor. De hecho, a esa distancia había un pinar que terminó por denominarse “bosque rojo” porque absorbió la energía que expulsó el reactor la noche de la catástrofe.
En palabras del bioquímico Stuart Thompson, las plantas son capaces de adaptarse a las condiciones más extremas entre otras cosas, porque no pueden moverse del suelo.
A diferencia de la estructura celular animal, que es definida y organizada, las plantas cuentan con otra que está en permanente transformación y que es capaz de crear nuevas células si fuese necesario. Y esto es lo que hacen en un contexto de alteración genética.
¿Por qué resisten el cáncer?
Las partículas dañinas producidas por la radioactividad matan las células y tejidos animales, a las plantas no les afecta porque tienen la capacidad de reemplazar las estructuras dañadas y crear nuevas células, concretamente, del tipo que necesiten.
Otra cualidad de las plantas es que aprenden a trabajar en torno a un tejido canceroso y no propagan las células cancerígenas por el resto de la planta. Esto último es gracias a la rigidez que presentan los tejidos vegetales que, en la mayoría de los casos, tampoco están conectados entre sí.
De esta forma, aunque la célula de una planta sufra mutaciones (alteraciones genéticas) en su secuenciación, no tiene porque afectar al resto de las células ya que no se multiplican arbitrariamente como sucede en los animales.
El ADN animal se afecta con la radiación, se modifica y el daño suele ser irreparable, pero con las plantas no ocurre así, ya que ellas tienen mecanismos químicos que usan para proteger su ADN de la radioactividad.
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