Si algo ha caracterizado a la ex primera dama es que además de cumplir con la imagen protocolaria, muestra verdadera pasión por sus proyectos
Hablar de Michelle Obama es hablar de una mujer fuerte e independiente que ha logrado desarrollar su carrera al lado, y nunca detrás, de su marido, el expresidente estadounidense, Barack Obama.
La abogada ha dedicado la mayor parte de su vida al servicio público, algunas veces a la luz de los reflectores, pero en la mayoría se compromete con causas no visibles.
Michelle LaVaughn Robinson Obama nació en Illinois, el 17 de enero del año 1964.
Accedió a una formación universitaria de elite en las Universidades de Harvard y de Princeton, graduándose como abogada en la primera y en Sociología en la segunda.
En la universidad, Michelle, se contactaría de cerca con la política, dado que participaría de acciones concretas que demandan una mayor inclusión de profesores de raza negra en la institución.
Inmediatamente después de recibirse, Michelle, comenzó a trabajar en la firma de abogados Sidley Austin donde conocería a su futuro esposo.
Michelle se destacó entre los demás abogados y se llegó a integrar en el ranking de las diez mejores letradas del país.
A la par de este trabajo, la futura primera dama se desempeñó en la gestión del alcalde de Chicago, Richard Daley, y en el Centro Médico de la Universidad de Chicago.
Cuando su marido se convirtió en presidente de Estados Unidos en el año 2008, Michelle, se involucró fuertemente en las áreas de promoción del bien común, de la salud, la educación, la cultura, las artes, entre los más importantes.
Como Primera Dama, Michelle se distinguió de sus colegas y antecesoras por el perfil sencillo y desacartonado que exhibe y cultiva.
Rápidamente la señora Obama también se posicionó como un ícono de moda de estilo simple pero elegante, logrando que a cada paso que diera el ojo público hablara de ella.
De acuerdo con su autobiografía Becoming, Michelle buscó que toda esa atención que generaba se volcara sobre los objetivos correctos y no sólo su propia apariencia.
“Intenté percibirlo como una oportunidad para aprender, para usar el poder que pudiera encontrar en una situación que yo no hubiera elegido por mí misma”, señaló.
Siendo una madre trabajadora, Obama se enfrentó a tener que cambiar su percepción de ella misma y admitir que necesitaba el cuidado y apoyo de alguien más.
“Nunca esperé ser una persona que necesitara contratar a otros para cuidar de su imagen y al principio era una idea que me generaba incomodidad. Pero rápidamente me di cuenta de una verdad de la que nadie habla: Hoy, cada mujer que tenga una vida pública –políticas, celebridades, o lo que sea– tienen una versión de Meredith, Johnny y Carl. Es un requisito, un costo inherente para los dobles estándares de nuestra sociedad”.
Lo que se espera de una primera dama
En uno de sus puestos políticos-públicos más importantes, Michelle descubrió que además de ser la principal abanderada de la moda de su país, detrás de cada una de sus elecciones hay un mensaje.
“Tenía que resaltar sin opacar a otros, encajar pero sin desaparecer. Como mujer negra, sabía que también sería criticada si se me percibía como presumida o si usaba prendas de lujo, y también se me criticaría si lucía muy casual”.
Aunque no ha sido fácil su evolución, sin lugar a dudas el mayor apoyo que ha recibido la exprimera dama fue la de su familia, quien siempre la ha mantenido con los pies en la tierra y los sueños en objetivo.
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