Un joven acusó a la monja de que cuando él tenía siete años, le pedía que la masturbara a ella y también a otras niñas del lugar
Kumiko Kosaka, una monja de origen japonés que reside en Argentina, está volviendo a atravesar una etapa de audiencias ante la Justicia local tras haber recibido una nueva acusación de abusos sexuales a menores sordos en el Instituto Próvolo de la ciudad de Luján de Cuyo, provincia de Mendoza, cuyo establecimiento depende directamente del Vaticano. La implicada.
La mujer de 43 años y que se desempeñó allí entre los años 2004 y 2012, niega todos los cargos en su contra y se encuentra detenida desde octubre del 2017 en un centro católico mientras aguarda que comience el juicio penal.
Esto, después de que la Primera Cámara del Crimen determinó que no era necesario encerrarla en una cárcel común al considerar que su comportamiento no representa un obstáculo para el normal desarrollo de las investigaciones.
Inicialmente, la religiosa fue señalada como la entregadora, es decir, la persona que les facilitaba los delitos sexuales a los sacerdotes. De hecho, las víctimas la reconocían como la “monja mala”.
Entre otras acusaciones, se sostuvo que Kosaka habría violentado la privacidad de los niños mientras se bañaban y también cuando dormían.
Sin embargo, el relato que estremeció a toda la provincia fue el de una de las aparentes víctima, quien detalló que la religiosa le colocó un pañal para contener el sangrado y así esconder los rastros de una posible violación.
Tras estas graves acusaciones, en mayo del 2017 fue detenida e imputada por su presunta participación en los abusos. Así, estuvo algunos meses en un penal de mujeres llamado Agua de las Avispas, hasta que la Justicia le concedió la prisión domiciliaria, a pesar de la apelación de la Fiscalía y las familias involucradas.
En abril de este año, tras un proceso de audiencias, Kosaka estuvo a punto de quedar en libertad. De hecho, la Justicia le había otorgado la liberación bajo una fianza de unos 49,000 dólares.
No obstante, recibió otra acusación y por ello el fiscal a cargo de la división de Delitos Contra la Integridad Sexual, solicitó una nueva detención. Motivo por el que, y aunque no haya recibido una sentencia en su contra, todavía permanece en el centro religioso con una tobillera electrónica.
Además que, en la denuncia más reciente que recae en su contra, un joven —que en ese momento tenía siete años— afirma que Kosaka le pedía que la masturbara a ella y también a otras niñas del lugar.
El testimonio se conoció después de las primeras acusaciones, y por eso recién ahora la jueza encargada de su caso, debe definir si ordena la prisión preventiva o la puesta en libertad de la monja envuelta en la polémica.
Asimismo, la magistrada también tiene que decidir si se eleva a juicio la causa inicial sobre abusos sexuales simples, corrupción de menores y la omisión de denunciar una veintena de hechos que se le endilgan a los sacerdotes y al empleado del instituto.
Con este marco, el futuro inmediato de la monja Kumiko Kosaka está por definirse, mientras que los jóvenes del Próvolo esperan verla encerrada, a la espera de un juicio definitivo.
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