El 23 de marzo de 1994, Colosio y su equipo arribaron a Tijuana, Baja California, alrededor de las 16:00 horas, después de haber estado en La Paz.
El día final de la campaña electoral de Luis Donaldo Colosio, candidato a la Presidencia de México por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), inició de manera usual en su ruta de actividades intensas. Sin embargo, el 23 de marzo de 1994, este día quedaría marcado por un acontecimiento trágico que tendría un profundo impacto en la nación.
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Colosio, acompañado de su equipo, llegó a Tijuana, Baja California, alrededor de las 16:00 horas, procedente de La Paz. A pesar del retraso de una hora, el ánimo era elevado; Tijuana representaba un importante punto de encuentro con la base de su apoyo político. A las 16:30, el candidato y su comitiva arribaron a la colonia Lomas Taurinas, un lugar marcado por su vulnerabilidad social pero lleno de esperanza por la visita de Colosio.
El mitin inició alrededor de las 16:35, en un ambiente cargado de entusiasmo. “Esta campaña es de todos y cada uno de ustedes”, les dijo Colosio a los asistentes, enfatizando un mensaje de unidad y progreso. La duración del acto fue breve pero intenso; terminó a las 17:08, tras lo cual Colosio comenzó a descender del templete instalado sobre una camioneta, rodeado de un mar de gente que anhelaba estrechar su mano, hablarle, expresarle sus preocupaciones y sueños.
A las 17:09, Colosio, fiel a su compromiso de cercanía con la gente, caminaba lentamente entre los asistentes hacia su camioneta. La multitud se aglomeraba, cada paso era un esfuerzo, la seguridad se veía desbordada por la efusividad del momento. Fue entonces, a las 17:12, cuando la tragedia se consumó: dos disparos rompieron el bullicio, uno impactó en su cabeza y otro en su abdomen.
La reacción fue inmediata, Mario Aburto Martínez, el hombre detrás del arma, fue detenido en el sitio mientras Colosio era rápidamente evacuado del área. A las 17:20, con la urgencia marcando cada segundo, Colosio fue ingresado al área de Urgencias del Hospital General de Tijuana.
La noticia del atentado corrió como reguero de pólvora. La incertidumbre se apoderó de todos; amigos, familiares, seguidores y la nación entera aguardaban con angustia alguna noticia favorable. Pero el destino ya estaba escrito. A pesar de los esfuerzos médicos, a las 18:55, Colosio sufrió un paro cardiorrespiratorio irreversible. A las 19:45, se declaró su fallecimiento, dejando un vacío en el corazón de México.
El shock de la noticia generó una ola de consternación nacional e internacional. A las 20:47, Liébano Sáenz, vocero de la campaña de Colosio, anunció oficialmente la muerte del candidato. La nación se sumió en el luto; la política mexicana, en una profunda reflexión sobre su futuro.
El magnicidio de Luis Donaldo Colosio dejó muchas preguntas sin respuesta, teorías de conspiración y un país en búsqueda de justicia y claridad. Años después, el asesinato de Colosio sigue siendo un punto de inflexión en la historia política de México, un recordatorio sombrío de la fragilidad de la democracia y el alto precio de la aspiración al cambio.
Con información de Excelsior