Muros ideológicos que si no empezamos a romper y seguimos con una autocrítica escasa, terminarán en el cuento de nunca acabar
Escuchando a un colega de ideas claras y esmeralda cabellera recordaban la conmemoración del Día de la Unidad Alemana, cuando la antigua República Democrática Alemana se sumó a la jurisdicción de la República Federal de Alemania que al tiempo dio como resultado su unión y el 9 de noviembre de 1989, la caída del muro de Berlín
Hoy, Alemania está entra las primeras 5 potencias mundiales de la Unión Europea. Dentro de lo que cabe, destaca en el ámbito de las exportaciones. En diseño y fabricación de autos son de los mejores. Les encantan las reglas prácticamente para todo.
Es de los países más poblados de Europa con unos 80 millones de habitantes. Sobresalientes niveles de educación y salud. Y bueno, ni qué decir de los logros y debates de Angela Merkel, una de sus principales representantes.
Un país que de la devastación se han sabido levantar. Ya nos lo decía Paco desde Colonia, Alemania. Lugar donde al terminar la Segunda Guerra Mundial sólo quedó destrucción y una gran Catedral, pero que hoy cuenta con una ciudad totalmente reconstruida y sobresaliente en muchos aspectos. Uno de tantos sitios que se supieron levantar de la adversidad. En una Alemania imperfecta, pero sin duda con muchos pasos a seguir.
¿Y de este lado del Continente? Cómo vamos. Por lo pronto, nuestro vecino del norte sigue levantando un muro, que si les dan chance tendrá fosa de cocodrilos y serpientes, o torres de vigilancia con policías que tendrá órdenes de disparar a los migrantes, pero sólo en las piernas. Y así mantenerlos a salvo de un país que a pesar de todas las ventajas, recursos y áreas de posibilidad sigue sin poder fraguar un proyecto como nación.
En nuestras calles las ideologías siguen creando bandos. Tu estas mal si no opinas como yo. Defiendo mi actuar siendo juez y parte con el argumento de mis cifras. Todo me sale bien, hasta lo que me sale mal. La autocrítica se vuelve escasa.
Y surgen ideas de cambio tan innovadoras como volver al jalón de orejas y los coscorrones de padres y abuelos como método de corrección. Todo esto en un ambiente de encono social y violencia de altos niveles, en una nave donde todos jalamos disparejo.
En fin, así las cosas en este mundo. Por un lado caen muros y por otro se levantan más. Y algunos sumamente peligrosos como los muros mentales, de esos que nos dividen entre anarcos y cinturones de paz, entre ricos y pobres, entre derechas e izquierdas.
Muros ideológicos que si no empezamos a romper, terminarán en el cuento de nunca acabar.
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