Entre cambios en los modelos de identidad y las prácticas sexuales, entre los mexicanos ha aumentado la conciencia sobre el placer
¿Los mexicanos somos de mente abierta o cerrada cuando tenemos que hablar sobre sexo? Al respecto, la principal cadena de tiendas de artículos eróticos en el país ha reportado que durante la pandemia de COVID-19, sus ventas de juguetes sexuales por comercio electrónico aumentaron 280 por ciento, teniendo a los estimuladores a la delantera, seguidos de aceites y un kits de bondage.
Por años hemos escuchado que solamente 10 % de la población tiene una orientación distinta a la heterosexual, pero al revisar las encuestas sobre conductas y prácticas sexuales, queda de manifiesto la inverosimilitud de dicha afirmación o que mas bien está mal entendida.
Sobre qué factor interfiere para la orientación sexual aún hay muchas dudas y acalorados debates, sin embargo, sea cual fuere la orientación sexual todos coinciden en que de siempre o desde muy temprana edad les resultó inherente a su ser. Será como el gusto por tal o cual género musical, nadie podría explicar a ciencia cierta porqué le guste o desagrade alguno en particular.
Según los datos arrojados por el “Informe Kinsey”, estudio hecho a mediados del siglo pasado:
- 50 % de los hombres son exclusivamente heterosexuales, sin contactos ni fantasías homosexuales de ningún tipo.
- 13 % de los hombres siente ocasionalmente cierta atracción erótica hacia otros hombres.
- 37 % ha tenido alguna relación homosexual con orgasmo en su vida adulta.
- 25 % de los hombres tienen experiencias y deseos homosexuales que van mas allá de lo puramente ocasional.
- 18 % tiene tanto deseos homosexuales como heterosexuales.
- 13 % es definitivamente más homosexual que heterosexual.
- 10 % puede considerarse exclusivamente homosexual
- 13 % de las mujeres han tenido deseos o experiencias homosexuales.
- 6 % puede considerarse exclusivamente homosexual.
Hago hincapié en el hecho de que estos datos fueron arrojados hace más de 50 años, porque si volviera a hacerse en la actualidad el estudio, es muy probable que las cifras finales puedan ser muy diferentes o presentar cambios significativos.
Recordemos que de cincuenta años a la fecha, la homosexualidad salió del catálogo de enfermedades mentales, y aunque a veces no lo parezca, si vivimos una era más abierta donde la actitud hacia la sexualidad de la población más joven es muy distinta a lo que pudiera ser hace medio siglo o más.
Hoy vemos una mayor aceptación del sexo como una actividad para el disfrute físico, mayor tolerancia hacia la permisividad en prácticas diversas y mayor experimentación de variedades de prácticas sexuales.
Pero, ¿qué tanto puede estar relacionado esto con el nivel educativo, con el nivel socioeconómico? ¿Cuánto han influido o alterado las nuevas tecnologías de comunicación?
Veamos que en las fiestas de estudiantes universitarios cada vez hay mayor libertad y permisividad en practicas sexuales diversas que involucran acercamientos con individuos del mismo sexo, aunque en su vida diaria se manejen como heterosexuales.
En Internet abundan los sitios dedicados a organizar fiestas sexuales, en las que se puede satisfacer toda clases de fantasías, y muchos de los clientes o asistentes a dichas reuniones, son hombres en busca de sexo con otros hombres; y en Twitter abundan los sextuiteros.
También han florecido bares o restaurantes especialmente diseñados bajo una atmósfera para “ellas”. O el caso de los grupos dedicados al intercambio sexual de parejas, no es que antes no sucediera nada de esto, pero si ha sido significativo el cambio de concepción entre lo prohibido y lo permitido, lo accesible y lo evitado.
Aplicaciones como Tinder, Bumble o Grindr suelen utilizarse por usuarios que buscan encuentros sexuales, ya sea en espacios públicos como bares, centros comerciales, gimnasios, baños, o en hoteles.
También, cada vez escuchamos más sobre el concepto de las “relaciones abiertas”. Lo cual implica que dos personas entablan un compromiso (inexistente para muchos), pero de mutuo acuerdo disponen el poder relacionarse con otras personas de manera paralela, o incluso incluir a un tercero o una tercera en la relación, sexual o no. Poliamor le llaman.
Y vuelvo a que revisar los datos de las encuestas resulta muy interesante y revelador.
Interesante por el hecho en sí, de los temas planteados y medir cómo andamos en esos temas como sociedad y que en pleno 2020, sigan sin concordar los números y hallar contradicciones que dicen mucho. Y revelador porque siempre hay datos o hechos que sorprenden como el hecho de la cada vez más temprana iniciación sexual.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), las y los jóvenes en México inician su vida sexual entre los 15 y los 19 años, en promedio (tener sexo con la mano no cuenta), teniendo entre principales riesgos en materia a salud sexual y reproductiva:
- El inicio no elegido, involuntario y/o desprotegido de su vida sexual
- La exposición a embarazos no planeados, no deseados, o en condiciones de riesgo
- La exposición a una infección de transmisión sexual (ITS), cuya expresión más dramática es el VIH/Sida
En este sentido, dado que el inicio de la vida sexual marca importantes
transiciones en la vida de una persona, debería ir acompañado con la adopción de algún método anticonceptivo y de protección a ITS.
Sin embargo, existe una preocupante brecha entre el comienzo de la actividad sexual y el inicio del uso de algún método de protección de forma continua es amplia, dejando un periodo considerable, sobre todo para planear el nacimiento del primer hijo.
Así, entre cambios en los modelos de identidad y por consecuencia las prácticas sexuales, es interesante ver la forma en que ha aumentado la conciencia sobre el placer, el propio y el del otro (o la otra, según sea el caso).
IPR
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