Los incendios forestales sólo un pequeño porcentaje son consecuencia de fenómenos naturales, la gran mayoría de se desencadenan por actividades humanas como prácticas agropecuarias, quemas de basura, fogatas y fumadores irresponsables
Por desgracia durante la semana pasada más de 80 hectáreas de selva baja, de bosques de pino y encino fueron afectadas por un incendio en el municipio de Santa María Alotepec, en la Sierra Norte de Oaxaca; también en el municipio jalisciense de Tlajomulco de Zúñiga, un fuego similar causó daños en casi 2 mil hectáreas del bosque La Primavera, lo que obligó a la suspensión de actividades en los centros educativos ubicados en las proximidades. En lo que va del año, en esta capital, han tenido lugar decenas de incendios en pastizales en las alcaldías de Tlalpan, Xochimilco, Milpa Alta y Gustavo A. Madero,así como en diferentes municipio del Estado de México.
Aún mas indignante es que estos fuegos sólo un pequeño porcentaje a consecuencia de fenómenos naturales, como descargas eléctricas o erupción de volcanes; la gran mayoría se desencadenan por actividades humanas como prácticas agropecuarias, quemas de basura, fogatas y fumadores irresponsables.
Según un documento de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) de 2012, aunque el impacto ambiental y económico causado por tales incendios no es sólo negativo; los incendios controlados pueden permitir el rebrote de pasto tierno, la germinación de semillas de algunas especies de árboles, la reincorporación de nutrientes al suelo, la supresión de materiales combustibles ligeros (pastos, hojarasca, hierbas) y el control de plagas, enfermedades y vegetación indeseable, y con ello se pueden prevenir incendios descontrolados de grandes magnitudes.
Sin embargo a nivel climático la quema de grandes extensiones de vegetación, sea intencional o accidental, tiene un alto costo por las emisiones de gases de efecto invernadero, la degradación de los suelos y la cobertura vegetal, los daños directos e indirectos que causan a la flora y la fauna e incluso, en casos graves, los peligros hasta mortales que conllevan para las poblaciones humanas.
Dependiendo de su magnitud estos siniestros son enfrentados por autoridades municipales, estatales o federales, casi siempre con el auxilio de la población civil, pero no existe una instancia especializada de coordinación centralizada y eficiente capaz de responder con prontitud a nivel nacional, en muchas de las ocasiones los incendios cesan solos ya que el equipo especializado no llega al lugar a menos de que este se propague y ponga en riego la vida de las personas.
Es por ello que se debe plantear colocar entre las prioridades del país un sistema de preservación forestal, protección civil y, en general, lo que se ha dado en llamar gestión de riesgos, dotado de equipos modernos (por ejemplo, en Canadá y otros países con grandes extensiones forestales se cuenta con aviones para extinción de incendios) sin duda es algo que México debería comenzar a prever ya que esto a la larga podría ser un fuerte golpe a los bosques nacionales.
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