El rompecabezas del asesinato de Leonardo Avendaño toma forma y la PGJ tiene tres meses para complementar la investigación ante el juez
Francisco Javier, rector de la parroquia de Cristo Salvador, y el diácono Leonardo Avendaño se conocieron aproximadamente hace ocho años, cuando un grupo de seminaristas acudió al atrio a vender productos. Desde entonces Leo comenzó a colaborar en el templo.
Esta “relación de confianza”, como fue descrita por el juez de la sala 28 del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) durante la audiencia de vinculación a proceso del religioso, se reforzó desde hace tres años, cuando Leonardo determinó vivir en un departamento contiguo a la iglesia y al del párroco.
Incluso habían establecido una rutina para los miércoles: Francisco Javier y Leonardo salían a comer y luego veían una película en el cine, de acuerdo a lo expuesto por el propio sacerdote el 14 de junio, cuando rindió su primera declaración, aún como testigo.
La @PGJDF_CDMX pide a Hacienda investigar cuentas de Leonardo Avendaño.
— imagenzea (@imagenZea) 26 de junio de 2019
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En esa misma declaración, según lo expuesto por el juez Joel de Jesús Garduño, el párroco sostuvo que la última vez que vio a Leonardo fue el 10 de junio, sin embargo, resultó incongruente con el seguimiento del auto de la víctima a través de cámaras de videovigilancia.
Peritos de la Procuraduría General de Justicia asentaron en un dictamen que Leonardo llegó a la parroquia, ubicada en la colonia Miguel Hidalgo III Sección, el 11 de junio a las 23:04 horas.
A las 03:16 horas del 12 de junio, cámaras del C5 registran la salida del auto de Leo de la parroquia, su tránsito por la Picacho-Ajusco y su llegada al paraje de la colonia Héroes de 1910, donde hallaron el cuerpo del joven, muerto por asfixia y con hematomas en su cuello.
De acuerdo con dictámenes periciales aportados por el MP, en el auto viajaban víctima y victimario.
“Leonardo estaba de tiempo completo ayudando al padre Francisco, sólo iba una vez por semana a su casa en Iztapalapa”, recordó Irma Corina, la secretaria del religioso durante la audiencia del pasado lunes.
Según las declaraciones de testigos durante la investigación, éstos señalaron que la víctima había justificado quedarse a vivir en la parroquia por la distancia que había hasta su casa, en Iztapalapa, y porque estudiaba en la Universidad Intercontinental, la cual le quedaba más cerca desde este punto.
Leonardo era una de las cuatro personas que tenían llaves de la casa parroquial y del acceso principal al templo.
Era uno de los colaboradores más cercanos del religioso, quien iniciaba su jornada entre las 06:30 y 7:00 horas, lo mismo recibiendo a matrimonios que necesitaban de apoyo religioso en su relación o también llevando a cabo oraciones de sanación para aquellos fieles que padecían alguna enfermedad o tenían algún problema familiar.
Con información de Gerardo Jiménez y la Procuraduría General de Justicia
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