Porque en el fondo, quienes leen están en la búsqueda del libro perfecto. Y, en su caza pueden sortear miles de opciones
Que salen al camino en ferias del libro, en librerías y presentaciones, en los anaqueles fríos de las bibliotecas y en recomendaciones de lectura que, una vez inmersos en ese mundo lector, salen a montones y más en estos tiempos de goodreads y booktubers y booktokers.
¿Qué tiene ese libro perfecto? Resume una historia lectora que busca reinventarse o bien, reafirmar un gusto, y sus coordenadas no son nada arbitrarias, sino que están inscritas en nuestros gustos originales que se forman con el primer libro leído a cabalidad porque quien lee solo busca eso: repetir la experiencia que le dio su primer lectura, el primero que realmente lo hizo lector.
En la vida de quienes leen pasan muchos libros, pero siempre hay uno que logra transformarnos y volvernos lectores. Podemos ser lectores autómatas, decodificadores de significados, ir por la vida con una alfabetización de bajo espectro, esa que solo nos sirve para entender las instrucciones del mundo; pero cuando un libro nos cambia, entramos también a la lectura del mundo de los sentidos.
En cierto corto que obtuvo el Premio Oscar en la categoría de animación, Los fantásticos libros del señor Morris Lessmore, el personaje principal quien se transporta a otro mundo conformado solo por libros, intenta salvar a uno de la muerte.
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Lo intenta todo: coserlo, arreglar sus tapas, reparar sus páginas, pero es solo hasta que empieza a leerlo que el libro se sana.
Y entonces, mientras lo sigue leyendo, el libro lo empieza a transformar y pasa por todos los sentidos posibles de quien está atento o involucrado con una historia: se emociona, se entristece, se enoja, se alegra, llora, sufre, se siente feliz. Es decir, experimenta eso que se llama “el goce lector”. Deja de ser lector por la mecánica de comprensión, para leerse lector de los sentidos.
Y, cuando eso ocurre, ya no hay vuelta atrás. El lector de los sentidos se lee y lee al mundo que lo rodea, se vuelve curioso, despliega las herramientas mentales, sensibles y anímicas a esa otredad que nos rodea y desde entonces, nunca más volveremos a ser los mismos. Explorar el mundo por la imaginación de los otros se vuelve adictivo.
Y sobre esa idea vamos construyendo nuestro concepto de nuestro libro perfecto. Se modela con cada añadido, pero como ninguno puede tener todo lo que deseamos, vamos encontrándolo a cachitos y entonces, con cachitos de muchos libros, formamos una biblioteca de libros imperfectos con dosis de perfección, es decir, con ciertas cosas que nos gustan, pero pocos, tal vez pocos, volverán a darnos lo que hizo aquel libro que nos volvió lectores.
Sí, somos lectores del mundo de los sentidos, y por eso cuesta tanto añadir nuevas lecturas, pero hay que hacerlo. En el fondo lo sabemos: quienes leen conocen como nadie la imperfección del mundo, pero saben también, que encontrar su belleza escondida en los libros, es posible. Y eso, es un triunfo.