El objetivo de estos centros educativos fue brindar apoyo a las clases sociales más desfavorecidas, además de llevar la educación a los rincones más lejanos o de difícil acceso
Las Escuelas Normales Rurales fueron creadas en la década de 1920. Hay consenso entre los historiadores sobre que la Escuela Regional Campesina de Acámbaro fue la primera. La más joven es la Escuela Normal Rural General Emiliano Zapata, que se ubica en la comunidad de Amilcingo, Morelos y fue abierta por un movimiento social y luego reconocida por los gobiernos estatal y federal, tras una larga confrontación en los 70.
El objetivo de estos centros educativos fue brindar apoyo a las clases sociales más desfavorecidas, además de llevar la educación a los rincones más lejanos o de difícil acceso. Todo ello, en medio de una ideología revolucionaria, especialmente de izquierda, que hace de los normalistas rurales, personas críticas con su entorno.
Las Normales Rurales tienen su antecedente en las Normales Regionales Campesinas y las Escuelas Centrales Rurales. Desde sus inicios estas instituciones estuvieron alejadas de las prioridades del gobierno federal, lo cual implicó que carecieran de un presupuesto suficiente para cubrir sus necesidades. Así, los docentes y los estudiantes se veían obligados a buscar apoyos económicos de otras fuentes, lo que trajo como consecuencia que se generara un sentido de autonomía y permitió construir una vinculación con las comunidades que albergaban a las escuelas y las apoyaban materialmente.
Durante los 30 las Normales Rurales sufrieron cambios importantes. Primero, se consolidaron y normaron los mecanismos de autogobierno y se impusieron nuevos requisitos de ingreso a los aspirantes. Entre ellos llaman la atención dos: se pedía un certificado de pobreza y otro de “pureza” ideológica. Estos se sumaban a los certificados de primaria superior, buena salud y conducta, entre otros. Para el egreso, además de haber aprobado todos los cursos de forma satisfactoria y de presentar un examen profesional, se debía realizar un informe de actividades de organización social avalado por autoridades o líderes sociales. De esta forma, desde las propias estructuras gubernamentales se alentó la práctica de formar líderes sociales en las aulas normalistas.
Un ejemplo de ello pudo verse cuando apareció la figura de Lucio Cabañas Barrientos, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, líder estudiantil y jefe del grupo armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero, México, durante la década de 1970.
También de la misma Escuela Normal, acompañó a Cabañas Barrientos, otro maestro que decidió tomar las armas: Genaro Vázquez Rojas. Ambos tuvieron una muerte violenta, pero dejaron una fuerte semilla ideológica que persiste hasta nuestros días.
El proyecto de las Normales Rurales se consolidó durante el periodo de gobierno de Lázaro Cárdenas. En ese sexenio la SEP remitió a las escuelas un plan de estudios mediante el cual se podía formar a los maestros que nutrirían a las Normales Rurales, al tiempo que se podía formar a los técnicos que necesitaban los ejidos. Además, se proveía a los estudiantes de las herramientas teóricas y conceptuales para poder asumir plenamente su papel de líderes sociales y defensores del cooperativismo.
Las condiciones materiales siguieron siendo precarias durante los 50 y las diferencias políticas con los funcionarios del gobierno federal también se fueron agravando. Para los 60 el conflicto entre los gobiernos estatales y federales y las Normales Rurales tomó nuevos matices, cada vez más violentos. Tras el ataque al cuartel militar en Madera en 1965, en el que participaron los hermanos Gámiz, uno de ellos egresado de la Escuela Normal del estado (pero no de una rural), se desató la violencia contra miles de jóvenes. Los estudiantes y egresados de las Normales Rurales fueron víctimas propicias, pues su condición de hijos de campesinos, su pobreza, su militancia política y su capacidad intelectual los volvían “un peligro” ante los ojos de un régimen político anquilosado y cada vez más autoritario y represor. Las comunidades de las Normales Rurales acrecentaron su resistencia y se encerraron en sí mismas frente al embate de las autoridades.
Tatiana Coll, investigadora de la Universidad Politécnica Nacional (UPN), en su texto “Las normales rurales: 90 años de lucha y resistencia”, detalla la amplia participación de los normalistas en diferentes movilizaciones y luchas sociales, algunas históricas, en el país.
Coll recuerda que fue con José Vasconcelos al frente de la naciente Secretaría de Educación Pública cuando se funda la primera normal rural.
“Desde su creación (…) fueron confrontadas por los grandes hacendados y por la Iglesia. Los curas las llamaban ‘las escuelas del diablo’. El clero, furibundo, amenazaba con excomulgar a las familias de quienes se inscribieran, y hacían correr rumores sobre las prácticas inmorales que se realizaban en los internados”.
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