Dentro del marco de la conferencia de prensa mañanera del viernes 21 de Julio, el presidente Andrés Manuel López obrador recibió a Estela de Carlotto, fundadora de la organización Abuelas de Plaza de Mayo. Esta ONG, creada en 1977 en Buenos Aires, Argentina, tiene como objetivo localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños desaparecidos durante la última dictadura argentina.
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La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) de ese país tiene registrados 8,961 personas desaparecidas, aunque la cifra extraoficial, reconocida por la sociedad civil y los organismos de derechos humanos, asciende a 30,000. Las abuelas de Plaza de Mayo iniciaron su lucha haciéndose presentes en las calles de Buenos Aires, llamando la atención de la sociedad y demandando la intervención del gobierno. Al mismo tiempo realizaban su labor de búsqueda e investigación de manera discreta -casi clandestina- tratando de no arriesgar demasiado sus avances, e incluso, su propia seguridad.
En México, las madres buscadoras del país, hacen lo propio. Existen poco más de 60 colectivos plenamente reconocidos, aunque se sabe de casi 160 grupos que trabajan activamente a lo largo del territorio nacional. La lucha de las madres buscadoras no conoce descanso: se han enfrentado a todas las adversidades que uno pudiese imaginar, desde las más elementales, como el hecho de realizar sus búsquedas a escondidas, sin el equipo adecuado, en territorios hostiles y de difícil acceso, hasta tener que enfrentarse a las amenazas de la delincuencia organizada e incluso, a las mismas autoridades. Ellas mismas hacen todas sus investigaciones e intercambian información con otros grupos, a fin de colaborar entre ellas y conseguir algún resultado. Se sabe de casos en los que las madres buscadoras han sido guiadas hasta fosas clandestinas por medio de información que reciben de manera anónima, que en ocasiones se sospecha pudiera tener su origen en los mismos grupos delincuenciales.
Pero estas madres -y también abuelas- no saben rendirse, siguen incansablemente con su labor día a día, todos los días, porque han hecho de esto su misión de vida. Han dejado atrás casa, sustento, trabajo, todo, con tal de llegar hasta su fin último: encontrar los restos de sus desaparecidos y darles la despedida digna que merecen.
Nuestro país reportó más de 85,500 desaparecidos de enero de 2006 a diciembre de 2021. Para diciembre de 2022 el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Secretaría de Gobernación contaba ya más de 109,000. El primer trimestre de 2023 reflejó un aumento de 20% en los casos de desapariciones que el mismo periodo del año anterior.
Es indispensable que estas madres y sus familias puedan concluir esta misión que han hecho propia ante la indiferencia de gobierno, autoridades y, por muchos momentos, de la propia sociedad. “Cerrar el ciclo”, dirían algunos; “lo que haga falta”, diríamos otros, con tal de que puedan, al fin, recuperar la paz y continuar viviendo sus vidas.
Desgraciadamente todo lo anterior parece ser desconocido (o no reconocido) por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se ha negado desde el primer día de su mandato a recibir a estas madres buscadoras que durante tanto tiempo han pedido su escucha y su apoyo para poder continuar con su labor. Su indiferencia es criminal.
Hoy escuché a Cecilia Flores Armenta, una de las líderes que más ha alzado la voz, quien es fundadora del colectivo Madres Fundadoras de Sonora. Expresó su solidaridad y reconocimiento a Doña Estela de Carlotto, pero además alzó una vez más la voz pidiendo al presidente ser recibidas y dejó claro que la realidad que siguen viviendo está muy lejos del discurso oficial. Qué bueno que las Abuelas de Plaza de Mayo se hayan reunido con el presidente, pero qué triste que ellas sí hayan logrado lo que las madres buscadoras de México han solicitado incansablemente durante casi 5 años y que les ha sido siempre negado. Qué triste.
Abelardo Alvarado Alcántara