Mientras el año 2025 se asoma en el horizonte político de México, la escena promete una mezcla de resurrección para algunos y caída para otros, en un teatro donde la vieja guardia intenta reinventarse y nuevas promesas buscan establecer su credibilidad.
Figuras como Xóchitl Gálvez y Eduardo Verástegui, junto con movimientos como el Frente Cívico Nacional y Movimiento Ciudadano, juegan papeles cruciales en esta narrativa de cambio, mientras que los otrora poderosos PRI y PAN enfrentan el espectro de su posible irrelevancia. Xóchitl Gálvez resurge con la esperanza de capturar la imaginación de sus ‘xochilovers’ y más allá, intentando cimentar un legado político que trascienda su carisma personal mediante la creación de un partido que prometa una nueva forma de hacer política.
Su desafío será demostrar que puede ir más allá del encanto personal y ofrecer un proyecto político con soluciones tangibles y sostenibles. Eduardo Verástegui, por su parte, intenta consolidar una base para el conservadurismo a través de su propuesta de Viva México.
Promete una política basada en valores tradicionales y conservadores, intentando llenar un vacío dejado por un PAN que lucha por definir su propia identidad en un espectro político cada vez más fragmentado. Su cercanía con figuras políticas internacionales como Donald Trump sugiere una visión que podría polarizar aún más el ya tenso campo político mexicano.
El Frente Cívico Nacional y Movimiento Ciudadano se posicionan como alternativas a un sistema dominado por Morena, buscando atraer a aquellos desencantados con las promesas incumplidas y las prácticas desgastadas de los partidos tradicionales.
El FCN, liderado por figuras como Guadalupe Acosta Naranjo, se presenta como un campeón de las causas cívicas, pero debe esforzarse por no ser solo un repositorio de ideales sin la capacidad de implementación efectiva. Movimiento Ciudadano, en su intento de transformación, busca no solo sobrevivir sino prosperar, desafiando el creciente monopolio de Morena sobre la izquierda mexicana. Su reto será mantener una identidad clara mientras navega las turbulentas aguas de la política nacional, ofreciendo una plataforma que sea tanto pragmática como ideológicamente coherente.
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MORENA, por su parte, enfrenta el desafío de sustentar la transformación prometida. Con un amplio apoyo popular, el partido debe ahora demostrar que puede traducir su retórica en mejoras tangibles para los mexicanos. La cohesión interna, el cumplimiento de promesas, y la gestión de alianzas serán cruciales para su futuro.
MORENA necesita mantener su identidad y objetivos de transformación frente a un espectro político en constante evolución, siendo fundamental su impacto en la vida diaria de los ciudadanos para validar su efectividad. Mientras tanto, el PRI y el PAN enfrentan lo que podría ser el crepúsculo de su influencia.
El PRI se ve consumido por escándalos y una fuga de militantes, mientras que el PAN se encuentra en una encrucijada ideológica, incapaz hasta ahora de capitalizar las falencias de Morena. Para estos partidos, 2025 puede ser menos sobre ganar poder y más sobre evitar la obsolescencia total.
En este contexto, la política mexicana de 2025 debe ser más que un cambio de caras o de lemas. Debe ser una reevaluación de lo que significa liderar y representar en un México moderno. Los ciudadanos deben ser exigentes y críticos, optando por líderes que ofrezcan más que promesas: deben demandar pruebas de cambio, compromiso con la transparencia y una verdadera dedicación al bienestar de todos los mexicanos.
Solo así se podrá evitar que el nuevo paisaje político se convierta en un mero cambio de guardia, en lugar de la profunda transformación que México necesita y merece.
A chambear. Feliz Año 2025.
Gildo Garza