Hoy es el Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional
El 8 de marzo es conocido por ser la fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, pero esta celebración dio pie a una derivada de ella, hoy también se conmemora el Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.
Este punto es de suma importancia pues por siglos las mujeres han sido usadas como botín de guerra, práctica que lejos de erradicarse continúa en ascenso.
La Organización de las Naciones Unidas ONU vio esta problemática y la Asamblea General de las Naciones Unidas en su trigésimo segunda sesión declaro el día 8 de marzo como el Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacionales.
La Asamblea General de las Naciones Unidas en 1977 invitó a todos los Estados a declarar, conforme a sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, siendo el 8 de marzo el día elegido.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer de la ONU define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
El cuerpo de la mujer como arma de guerra
Los actores armados utilizan el cuerpo de las mujeres como botín de guerra para sembrar el terror en las comunidades, imponer control militar para obligar a la gente a huir de sus hogares y apropiarse de su territorio; vengarse de los adversarios, acumular ‘trofeos de guerra’ y explotarlas como esclavas sexuales.
La violencia sexual generalmente se presenta como una forma de humillar al enemigo: es un medio para alardear ante los hombres de la parte contraria y para demostrarles que no han sido capaces de proteger a sus mujeres. Es un mensaje de castración y mutilación al enemigo.
También se utiliza como forma de castigo en las mujeres que se cree tienen algún tipo de relación afectiva con miembros del bando contrario o que se presume colaboran con ellos. En este sentido, se usa como una forma de advertencia a las demás mujeres de la comunidad.
Las violaciones generalmente son públicas, se realizan frente a los hijos o los esposos, lo que provoca que la familia se desplace de la zona del conflicto.
Adicional a esto se ha tenido la costumbre de fecundar a las mujeres del bando vencido. Esta práctica se ha dado desde la época prehispánica y se da en todas las regiones del mundo, en algunos casos se busca humillar aún más al bando contrario, en otros preservar lo mejor de ambos bandos y que esa genética se quede con los ganadores.
No sólo la violación es la forma en que se “castiga” a las mujeres, en ocasiones son amenazadas de que les va a ocurrir para poder lograr el sometimiento, en algunos casos las mujeres son privadas de su libertad, pero para que atiendan las labores domésticas del victimario.
Un estudio de Amnistía Internacional también plantea que las mujeres “botín” se ven sometidas a la anticoncepción forzada, mediante dispositivos que no son colocados por personal calificado, y a abortos en contra de su voluntad.
Lo más grave del asunto es que estos crímenes ni siquiera son contemplados, pues se da prioridad a los asesinatos y desapariciones forzadas, dejando las violaciones como algo secundario.
Mujeres como mercancía en matrimonios forzados
Otra violación a los derechos de mujeres y niñas es el arreglo de matrimonios, desde que son pequeñas se pactan los mismos a cambio de una dote.
Aquí la mujer es vista como una mercancía, como alguien que carece de derechos y cuya opinión no importa, pues debe obedecer sin chistar la decisión de sus padres y vivir en abnegación con su marido, quien noche tras noche la viola y obliga a concebir.
Esta práctica está extendida en todo el mundo, siendo las zonas marginadas las que más la llevan a cabo.
Los matrimonios forzados alimentan la exclusión y la desprotección de miles de personas, especialmente de las chicas. La mayoría de las mujeres víctimas de esta lacra quedan expuestas a la violencia, al abuso y a relaciones sexuales forzosas, especialmente en el caso de las más jóvenes.
También tienen más posibilidades de contraer VIH y su salud en general puede peligrar. La mayoría de personas que contraen matrimonio de manera forzada tiene carencias educativas, pues suelen abandonar la escuela antes de contraer matrimonio.
La mujer y la paz internacional
Los conflictos tienen consecuencias devastadoras, como la ampliación de las diferencias entre mujeres y hombres. A menudo las mujeres tienen a su disposición menos recursos para protegerse, y con frecuencia representan, junto con sus hijas e hijos, la mayor parte de las poblaciones desplazadas y de refugiados.
Pese a que han existido mujeres capaces de liderar movimientos de paz e impulsar la recuperación de las comunidades después de un conflicto, casi nunca están presentes en las negociaciones de paz. Su exclusión de las labores de reconstrucción limita su acceso a las oportunidades de recuperación, de obtener justicia por las violaciones de sus derechos y de participar en las reformas de las leyes y de las instituciones públicas.
La comunidad internacional ha reconocido que la participación de las mujeres es esencial para lograr una paz duradera. Las mujeres han demostrado ser agentes de cambio, y deberían tener la oportunidad de poder trabajar aún más en pos de este objetivo.
En el año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 1325 sobre las mujeres, la paz y la seguridad, que supuso un hito histórico. Esta resolución insta a que las mujeres participen en la consolidación de la paz, estén mejor protegidas ante violaciones de los derechos humanos y tengan acceso a la justicia y a los servicios de lucha contra la discriminación.
Para crear una paz duradera se requieren las opiniones de las mujeres. Desde la prevención de conflictos, la resolución de los mismos hasta la reconciliación y la recuperación económica tras los conflictos, la participación significativa de las mujeres en los procesos de paz aumenta la posibilidad de que un acuerdo dure más de 15 años en 35 por ciento.
Sin embargo, la participación de las mujeres en los procesos de paz va más allá de la simple representación y las cuotas. La participación significativa implica que las mujeres tienen un lugar en la mesa cuando se llevan a cabo las negociaciones, que los intereses de las mujeres y sus experiencias vividas se reflejan claramente en los procesos de paz y que las mujeres son tenidas en cuenta equitativamente en los esfuerzos de recuperación una vez terminado el conflicto.
La garantía al respeto de los derechos de las mujeres es algo que se ve muy lejano, no es una tarea fácil, requiere de un trabajo duro y constante, pero si todos los Estados se comprometen a ello, poco a poco se logrará.
La educación es pieza clave en esto, cambiar la mentalidad y las costumbres parece imposible, la concientización es algo en que se debe trabajar, el primer lugar donde debe inculcarse el respeto a las mujeres es el hogar y son las mismas mujeres quienes deben empezar.
El primer paso es reconocer el valor que se tiene y que en cuanto a derechos se es igual que los varones. No es tarea fácil, sin embargo, los pequeños cambios, construyen las grandes diferencias.
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