Es el título de una de las más grandes joyas de la cinematográfica universal, filmada en 1985, estrenada en 1986, dirigida por Roland Joffé e interpretada por Robert De Niro, un Jeremy Irons y un novel Liam Neeson.
La Misión o The Mission habla de estos deberes importantes para mí que ahora menciono: obligación, visión, provisión, honestidad, veracidad, generosidad y la integridad son, si bien los valores que se abordan en esta película, pero también los rasgos que deben tener todos y cada uno de los que en este 2023 aspiran a cualquier cargo de elección popular en el 2024.
Al revisar la pieza cinematográfica me resultan tan evidentes cada uno de estos deberes y valores que hoy más que nunca debemos rescatarlos y sobre todo ponerlos en práctica. Hay demasiada soberbia en el mundo político… muchos, por no decir todos, se olvida que se llega al gobierno para servir y no para “enriquecerse”.
Cualquiera que aspire a gobernar, primero debe atender a los valores y los principios fundamentales de respeto a la humanidad, desde respeto al prójimo, de respeto a uno mismo.
Durante el siglo XVII, un grupo de jesuitas viajan a Paraguay para evangelizar al pueblo Guaraní, la idea de los misioneros es defender a los pueblos originarios de la explotación por parte de varios grupos de esclavistas portugueses, carentes de todos y cada uno de los deberes y valores que ya mencioné.
Más allá de la reflexión política en sí, rescato de la película la convicción de los misioneros para lograr sus objetivos por encima de la gran cantidad de obstáculos que el aparato de esclavistas les pone.
Reparo en esta frase magnífica que reinterpretaré: “No somos una democracia sino una hermandad”, comentan los jesuitas y, sin embargo, desde esa hermandad de entender y atender a los demás surge una democracia pura basada en servir al bien común.
“Servir” es lo más sagrado en la función pública y quien no absorbió desde la cuna este valor, difícilmente lo hará en el trayecto. Hay que tener cuidado, no debemos confundir el “servir” con el “servilismo”.
Recordemos que cuando estamos en un puesto público, cada centavo que está en las arcas de un municipio, estado o federación es de los ciudadanos. Estirar la mano de más puede ser catastrófico sin mencionar que amoral.
Y si cualquier servidor público olvida esto, se les debe demandar categóricamente.
Buena semana siempre
Carlos Mora Álvarez, especialista en comunicación política y temas migratorios