La música no quedó ajena al movimiento estudiantil que desencadenó en la matanza de Tlatelolco aquel convulso 1968, cuando una generación confrontó la violencia de un sistema hasta entonces paternalista
Hablar del Movimiento Estudiantil de 1968 en la música puede abordarse desde dos ángulos. Lo que en esa época escuchaban los jóvenes que protagonizaron ese momento de la historia en el mundo y todo el material que salió a partir del dolor e indignación por lo sucedidos la tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Pero, antes que nada, para entender mejor este capítulo de ruptura impulsado por el espíritu rebelde de la juventud de los años 60, que transformó ideas y valores morales tenemos que remontarnos a Francia entre mayo y junio de 1968, sobre todo en París.
Mientras Brigitte Bardot entonaba sus canciones, las calles de la capital francesa atestiguaban una revuelta que no buscaba el poder sino cambiar la conciencia de la sociedad, reivindicar las libertades, cuestionando la esfera pública.
En una agitada década, pareciera que nadie fue capaz de intuir que ese movimiento ya no podría detenerse cuando los estudiantes, secundados por los sindicatos, paralizaron la Francia de la postguerra. Después de eso nada volvió a ser igual tanto en Francia como en Europa y buena parte del mundo.
Los jóvenes de Estados Unidos bajo el movimiento hippie protestaban por la guerra contra Vietnam que cobraba cientos de vidas en el campo de batalla y dejaba otro tanto de proyectos frustrados por los veteranos que quedaban con secuelas físicas o psicológicas.
En este escenario, destaca Joan Báez con su potente voz entonando temas de folk, baladas y blues acompañada solo por una guitarra acústica, la cual se convirtió en una de las primeras cantantes en usar su popularidad como vehículo para la protesta social, participando en marchas por los derechos civiles y por la paz.
En lo que refiere al mundo de habla hispana, debemos mencionar a Massiel con su tema Rosas en el mar, escrito por Luis Eduardo Aute, que en la España franquista fue considerada, junto con Aleluya, como de los primeros temas de protesta en español por el tono político y social en pleno régimen totalitario de Francisco Franco.
Esto en España, pero lo que concierne a México destaca la figura de Óscar Chávez. Cantante y actor que en 1968 venía de vivir el éxito de la película “Los Caifanes” protagonizada junto con Julissa, Enrique Álvarez Félix, Sergio Jiménez, Ernesto Gómez Cruz y Eduardo López Rojas, y el tema principal de la misma que él interpretaba.
En este intérprete es donde la relación entre la música y el movimiento estudiantil de 1968 cobran un sentido interesante, dado el conocido activismo político de Óscar Chávez.
Solidario con las causas de izquierda y contrario al gobierno y la derecha, con sus discos fue un compañero de quienes se mostraron solidarios con la causa del 2 de octubre con temas como Hasta siempre, Macondo, La niña de Guatemala, corridos de la Revolución y sus múltiples parodias políticas que interpretaba ante la comunidad en los actos de Ciudad Universitaria o la Plaza Roja de Zacatenco.
Pero en todo su acervo discográfico, destaca México 68 Vol. 1 y 2. Dos discos de 1994 y 1995, en los que a lo largo de 29 canciones aborda lo sucedido durante el movimiento estudiantil de aquel convulso 1968 en el que una generación se vio confrontada con la violencia de un sistema hasta entonces paternalista, que ahora se dejaba ver soberbio y autoritario con sus estudiantes. Que no con los ferrocarrileros, médicos o enfermeras que años antes protagonizaron cruentas luchas sindicales.
Ya sea con temas versionados o propios como El Hijo Del Granadero, Elegía Combativa, Gorilita, Gorilón, Corrido Preparatoriano, Huapango Del 26 De Julio para “sacar” mucho de lo que se cantó en esos dolorosos días, señaló el mismo Chávez.
Eran finales de los 60 y a pocos días de que se realizaran los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México, la fachada del desarrollo estabilizador se cuarteaba, dando paso a una lenta, pero inevitable toma de conciencia impulsada por una generación marcada con una profunda cicatriz en la que ahora se sabe, existieron más víctimas que solo los estudiantes o la misma sociedad.
En este mismo disco, sobresalen la carta leída por Ofelia Medina en la que una joven de nombre Margarita relata con crudeza lo que vivió en la Plaza de las Tres Culturas, revelando que después de ese día quedó en un estado en el que “simplemente no sentía, nada me conmovía, estaba como estática, en un marasmo de soledad, de tristeza y de agonía”.
El desgarrador relato de Margarita dio pie a La flor roja, que interpreta a dos voces con Eugenia León.
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