El nuevo gobierno federal arranca con una llanta ponchada. A escasas semanas de tomar posesión, nos enfrentamos a un pronóstico poco optimista para la economía mexicana. La encuesta mensual que hace el Banco de México entre analistas económicos presenta una perspectiva más conservadora respecto al mes pasado, y al antepasado, y así sucesivamente. El economista insignia de la cuarta transformación, Gerardo Esquivel, describe esta tendencia como un “deterioro acelerado” tanto en credibilidad como en rentabilidad para inversionistas. En la primavera de este año el 46% de los encuestados veía un panorama favorable para los negocios en México, mientras que a finales de Septiembre, solo el 5% de los mismos encuestados opinaban lo mismo. En cosa de seis meses, de mal en peor, solo uno de cada 20 economistas se atreven a confiar en la economía mexicana.
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Para comenzar con los datos duros, el IMSS, en su reporte de creación de empleos para el mes de Septiembre, relata cómo este fue el peor Septiembre en materia de crecimiento laboral en los últimos 15 años. Los únicos años que se asemejan a esta desaceleración económica han sido el 2009 y 2020; desalentador, tomando en cuenta que ponemos de referencia a la gran recesión ocasionada por la crisis financiera del 2008 así como la contingencia sanitaria del COVID-19. Hoy en día, estamos viendo cifras de empleo que corresponden más a periodos de crisis económica que a periodos de abrazos y abundancia.
Asimismo, el banco mundial redujo la perspectiva de crecimiento para este año a menos de 2% y también para el año entrante a 1.5%. Es un pronóstico de crecimiento bastante débil que no se ve apegado al crecimiento poblacional ni laboral. Igual hay que tomar en cuenta que el gobierno entrante está heredando un déficit público de casi 6% del PIB, es decir, la diferencia entre lo que el gobierno ingresa y lo que gasta, es el déficit más alto en 30 años. Para remediarlo, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público sugiere recortar al menos 400,000,000,000 de pesos al presupuesto federal del 2025. Estamos hablando de 400,000,000,000 de pesos que ya no se van a poder invertir en las necesidades reales de este país, como el crecimiento económico y el bienestar social de millones de familias mexicanas.
La presidenta Claudia Sheinbaum habló mucho de aprovechar el nearshoring y la interconectividad geográfica que presenta México con sus principales socios comerciales, pero para eso se necesita invertir muchísimo en infraestructura urbana y energética. Todo esto se ve amenazado por los inminentes recortes presupuestales y la casi-nula confianza que depositan los principales analistas económicos.
Simple y sencillamente, sin certeza fiscal, no habrá inversión extranjera. El nearshoring se ve como la gran promesa para levantar nuestra economía, pero como todo en la vida, es un dar-dar. No depende únicamente del voluntarismo y de las ganas de atraer inversiones. Se requiere de reflexión, autocrítica, y de acciones contundentes para corregir el rumbo y no desaprovechar una oportunidad generacional.
Bien debería recordar la administración entrante que, a puerta cerrada, al nearshoring se le llama friendshoring, y en este momento no estamos siendo muy buenos amigos que digamos. Poco se hizo para combatir al narcotráfico en el sexenio pasado, y menos se ha hecho en cuanto a la corrupción que permea nuestras instituciones públicas. ¿Como esperamos que el amiguismo y la mediocridad que rigen nuestras empresas paraestatales nos impulsen a la competitividad internacional? Así de simple, mientras se persista con mantener a la CFE y a Pemex como agentes preponderantes para la generación y el suministro de energía, seguiremos atados a las mismas condiciones que han sentenciado a este país a un profundo atraso energético.
De la misma manera, mientras sigan cruzando toneladas de droga a El Paso, Texas, mientras sigan asesinando a alcaldes y funcionarios públicos, mientras sigan desapareciendo cientos y cientos de Mexicanos de a pie, seguiremos hundidos en la misma perdición que nos mantiene del lado equivocado del muro. Ese andamiaje construido entre México y Estado Unidos, posterior a los ataques del 11 de Septiembre, se ha basado en la promesa de impulsar a nuestro país al progreso para construir una hermandad más estable, más estrecha y más favorable para ambas partes. El colmo es la burla con la que nuestros gobernantes menosprecian la diplomacia. El canciller entrante exclama hasta con orgullo que a él “no le preocupa” la percepción externa de temas nacionales. Pues si debería preocuparle, y preocuparle mucho. Resulta imperdonable olvidar que la economía de nuestro país depende en gran parte de esa percepción externa para generar certeza a inversionistas y socios comerciales.
Por: Glenn Ernesto Beltrán Padilla