Hoy hace 96 años habría nacido uno de los literatos más importantes en la historia del cine
El 31 de octubre de 1988, cuatro años después de su muerte, Truman Capote, quien nació hace 96 años, asistió a la que sería su penúltima fiesta y su última aventura.
Fue una de esas fastuosas juergas privadas que tanto le gustaba organizar a Joanne Carson en su mansión de Bel Air y con las que tanto disfrutaba Truman Capote, esas fiestas tan de la Costa Oeste.
Era una fiesta de Halloween como mandan los cánones.Estaba el actor Alan Thicke y Jim Backus y la histriónica Phyllis Diller, habitual en las mejores fiestas californianas.
Joanne conservaba en una urna unos puñados de las cenizas de Capote. El resto de sus cenizas habían viajado a Sagaponack, Nueva York, y descansaban ahora en una estantería embutidas entre las tapas doradas de una urna con forma de libro con la inscripción TC: 1924-1984, al lado de Jack Dunphy, el gran amor de Truman, un hombre receloso de Joanne y de su capacidad para avivar la atracción de Capote por el glamour angelino.
Joanne estaba dando una magnífica fiesta ese 31 de octubre de 1988 en su casa de Los Ángeles, la misma casa en la que había muerto Capote un 25 de agosto de 1984, a la edad de 59 años.
Capote llegó a la mansión siete días antes de su muerte para planear con Joanne, la que esperaba que fuera la mejor fiesta de su vida, la celebración de su 60 cumpleaños.
Sin embargo, aunque Joanne ni había tocado ni había dejado que nadie tocara las pertenencias de Capote, defendiendo el cuarto como un rottweiler, ajena a herencias, ajena a fans, stans y fetichistas literarios.
El problema es que ya no estaban allí las cenizas del escritor. Todo estaba revuelto, muchos papeles tirados en el suelo. Y faltaban cartas, y recuerdos del escritor. Pero a ella lo que le hacía sentir “como si agua fría corriera por su corazón” era el hecho de que habían desaparecido las cenizas. “Se habían ido”, le relataría minutos después a la Policía de Los Ángeles.
Esa noche Capote acabó en una bolsa. Y luego en un coche. Y viajó sin conocer el rumbo, como si le hubieran secuestrado y estuvieran dispuestos a pedir un rescate. En este caso en lugar de en el maletero, lo más probable es que fuera en el asiento del copiloto.
Seis noches después del robo, el 5 de noviembre, regresaban a la mansión misteriosamente la urna y las cenizas. Un coche apareció, de repente, en la madrugada. en la finca de Carson.
Sin duda esta es una de las historias más fascinantes de Truman, tal y como las que creó y llevó al cine
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AFG