Desde que cesó el flujo de turistas, los elefantes, muchos con más de 40 años, pasan los días encerrados, con las patas trabadas
El turismo sustentable como medio de apercibimiento económico es un sector clave en el fortalecimiento nacional. Derivado de la pandemia de Covid-19, países que se valen de este atractivo han perdido ingresos de una magnitud considerable.
Además de esta complicación, los sitios turísticos se ven afectados por la falta de ingresos, que en la mayoría de las ocasiones los sostienen. Este es el caso de los elefantes y el dinero necesario para mantenerlos.
En Tailandia, por ejemplo, la vida de al menos 2 mil de estos animales depende de una ayuda financiera de emergencia para sus dueños, que se han quedado sin ingresos debido al coronavirus.
Desde que cesó el flujo de turistas, los elefantes, muchos con más de 40 años, pasan los días encerrados, con las patas trabadas, más de 18 horas al día en un campamento a unos 30 kilómetros al oeste de Chiang Mai.
Los dueños no tienen suficiente comida para darles. La única opción para los cuadrúpedos es mendigar plátanos en templos vecino y recorrer la carretera en busca de hierbas altas, muy escasas durante la estación seca, especialmente severa este año.
Lo mismo sucede en muchas estructuras donde los elefantes, a fuerza de estar menos alimentados y encadenados, “a veces se pelean entre sí y se lastiman”, señala Saengduean Chailert, del Elephant Nature Park, un refugio para 84 paquidermos.
Cabe destacar que, antes de la pandemia, las condiciones de vida de estos animales ya era estresantes. Muchos parques en Tailandia que venden ética y respeto ocultan en realidad un negocio donde el trato de los animales sigue siendo brutal.
Sin embargo, la situación se volvió más alarmante desde finales de enero, con la expansión del coronavirus.
El virus obligó a los visitantes chinos, que representan más del 25% de los turistas, a permanecer en sus hogares. Posteriormente, los campamentos fueron abandonados a medida que la enfermedad avanzaba en el mundo, obligando a muchos países a bloquear sus fronteras.
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A mediados de marzo, las autoridades ordenaron el cierre temporal de todos los parques de elefantes para tratar de detener la propagación de la covid-2019, que hasta la fecha ha infectado a más de 1,500 personas en Tailandia.
Mae Taeng, uno de los parques más grandes del país, recibía hasta 5 mil visitantes al día antes de la crisis. Además, percibía importantes beneficios financieros, con paseos a caballo con elefantes y espectáculos polémicos con paquidermos bailando o pintando.
Derivado esta esta crisis, activistas advierten que muchos elefantes que trabajan en el sector de turismo de Tailandia pueden morir de hambre; en el mejor de los casos, ser vendidos a zoológicos; en el peor, trasladarse al comercio ilegal de tala a medida que el coronavirus diezma el número de visitantes.
Por el momento, la mayoría de los dueños alquilan sus elefantes, entre 700 y 1,200 dólares al mes. A eso se añaden unos 50 dólares para alimentar cada día el paquidermo y pagar a su cuidador.
Muchos parques ya han devuelto los animales a sus dueños. A pesar de la prohibición de su explotación en la industria forestal desde 1989, algunos corren el riesgo de ser “empleados de nuevo en el transporte de madera, causante de numerosas heridas”, teme Theerapat Trungprakan, presidente de la Thai Elephant Alliance Association.
Otros comienzan ya a “volver a mendigar” en las calles con sus cuidadores. Para estos últimos, la situación es de hecho igualmente inquietante.
A los elefantes que les va medianamente bien, no les va tanto a sus cuidadores. Apichit Duangdee, el dueño del Parque de Rescate Elefante, un centro de ocho elefantes hallados en circos o rescatados de la explotación forestal, es uno de esos casos. Para conservar a sus cuidadores, tuvo que reducir su salario en un 70%.
También es de destacar que en Tailandia hay 3,800 paquidermos domésticos. No es posible liberarlos, ya que entrarían en conflicto con los aproximadamente 3,000 especímenes que aún se encuentran en estado salvaje en el país o podrían ser víctimas de accidentes o enfermedades.
*Con información de National Geographic y AFP
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CAB