El viaje musical de 90 minutos, la soprano griega estremeció con su voz en la presentación de “Callas In Concert, The Hologram Tour”, que ofrece gracias a la tecnología virtual que la trajo en forma de holograma
A casi 42 años de su muerte y 45 de su última presentación en vivo, “La Divina” de la ópera Maria Callas “regresó” a los escenarios y lo hizo de una manera sorprendente ante miles de personas en el Auditorio Nacional de esta ciudad.
El viaje musical de 90 minutos, la soprano griega estremeció con su voz en la presentación de “Callas In Concert, The Hologram Tour”, que ofrece gracias a la tecnología virtual que la trajo en forma de holograma.
Fue acompañada de 49 integrantes de la Orquesta de Minería, bajo la dirección de Jerry Grant, María Callas entregó uno de los espectáculos más completos de su trayectoria artística, pues reunió a las arias que mejor interpretó en sus máximos tiempos de gloria.
Aún con dudas respecto a lo que verían sobre el escenario, los asistentes, en su mayoría de la tercera edad, fueron ocupando sus asientos poco a poco hasta que el telón se abrió y comenzó la magia que no podían creer.
Tras el preámbulo musical de la orquesta, apareció Maria Callas en su máximo esplendor. “¡No es un holograma, es ella de verdad! ¡No lo puedo creer!”, exclamaba Lucía ante la realidad que miraban sus ojos.
Es impresionante, ¿cómo es que lograron hacer esta maravilla?”, se preguntaba el público.
Es justo el momento en que las palabras del productor ejecutivo Carlos Bethencourt cobraban sentido, pues en conferencia de prensa había advertido que sería difícil darse cuenta que no es una persona la que está en el escenario, sino un holograma de tamaño real.
Callas se presentó con un elegante vestido blanco, después de la Obertura de Guillermo Tell de Rossini, entregó “Je veux vivre” (Romeo et Juliette) de Gounod y al concluir “Carmen”, de Bizet, hizo la primera de tres pausas.
Dichos descansos significaron la oportunidad de “dirigirse” a camerinos para cambiar su vestuario. Y sí, eso parecía tan cierto. Callas se retiraba sin perder de vista al público mientras que el sonido de sus tacones hacía más evidente su trayecto ante el asombro de todos los asistentes.
Me estremece su canto, hasta siento escalofríos. La fui a ver a Italia, en su época de juventud y también en la mía. Me llevaron mis papás y, desde entonces, me enamoré de la ópera”, decía Cristina de 82 años y quien por instantes cerraba los ojos para disfrutar mejor de la experiencia, del sublime canto de María, de la perfección de su voz.
Hubo quienes deseaban salir al sanitario, pero las acomodadoras les recomendaban que no lo hicieran. Tenía que llegar el momento de los aplausos para aprovechar, pues nada podía distraer a Callas.
Las pantallas laterales del Auditorio Nacional se mantuvieron apagadas a fin de que ninguna luz afectara en el desarrollo del espectáculo.
De acuerdo con Carlos Bethencourt, se trata del primer holograma diseñado de cero, pues no está tomado de ningún video o archivo filmográfico, por lo que resulta impresionante hasta el movimiento de su vestido y la pashmina roja que coloca en su cuello y cabeza.
Por momentos, incluso, Callas se da el lujo de interrumpir a la orquesta si es que “falla” en la entrada de algún aria. En ese sentido, todo está perfectamente calculado, sincronizado y coordinado para que los tiempos coincidan sin problemas, ya que cualquier error podría echar a perder el espectáculo.
En el repertorio continuaron arias de Vivaldi, Puccini y Rosetti, pero fue con “Suicidio!… Ecco il velen di Laura” (La Gioconda), “Tosca” (Puccini) y “Casta diva” (Bellini Norma) que concluyó su concierto ante la ovación de pie de un público satisfecho y maravillado.
Con información de Excélsior
Contenido relacionado