Después de la polémica generada al ser designada para dirigirla, la CIA puso en marcha una campaña de mejoramiento de imagen de Gina Haspel, vinculada con casos de tortura en una prisión clandestina
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) inició estos días una campaña de lavado de imagen de Gina Haspel, la mujer que está llamada a dirigir la institución y a la que fuentes oficiales definieron hoy como “una de las personas más cualificadas” para el cargo en la historia de la agencia.
La designación de Haspel, que fue anunciada por el propio presidente Donald Trump el pasado martes, ha causado un gran revuelo debido a sus presuntos vínculos con una prisión secreta en Tailandia en la que era habitual el uso de la tortura.
Debido a estas acusaciones, su nombramiento se antojaba altamente complicado, puesto que a pesar del respaldo de la Casa Blanca, el puesto de director de la CIA debe someterse a la aprobación del Senado.
A pesar de la mayoría republicana, el hecho de que algunos senadores conservadores hubieran declarado en los últimos días que no darían el visto bueno a Haspel dificultaba su nombramiento, puesto que la diferencia entre ambos partidos es de apenas dos votos.
“Confiamos en que sus inmensas cualidades y evidentes capacidades serán evidentes para todos y será confirmada”, declaró la portavoz de la agencia Nicole de Haay.
Para poder proceder a su confirmación, Haspel, que por el momento ocupa el cargo de subdirectora de la CIA, deberá someterse en las próximas semanas a un intenso escrutinio del Congreso, el cual ha levantado una gran expectación por las sombras que se ciernen sobre su oscuro pasado.
La CIA, sin embargo, ve estas audiencias no como un obstáculo insalvable, en el cual además podrían salir a la luz algunos de los secretos mejor guardados del espionaje estadounidense, sino como una “oportunidad” de conocer realmente a esta exagente que está llamada a hacer historia si finalmente se convierte en la primera mujer en dirigir la institución.
El nombre de Haspel saltó a las portadas en febrero de 2017, cuando una web de investigación periodística publicó un artículo en el que acusaba a la agente de haber dirigido una prisión secreta en Tailandia, donde habría supervisado las torturas sufridas por los presuntos terroristas de Al Qaeda Abu Zubaydah y Abd al Rahim al Nashiri.
Para sorpresa de muchos, este jueves el medio se retractó y aseguró que pese a que Haspel había estado destinada en dicho presidio, no fue hasta finales 2002 que se incorporó a su destino en Asia, por lo que no participó en las torturas llevadas a cabo al calor de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Nada dice, sin embargo, sobre la otra gran acusación que pesa sobre ella: la destrucción en 2005 de una serie de grabaciones de las torturas sufridas por Zubaydah y Al Nashiri. Este artículo, no obstante, fue difundido este jueves por distintas instituciones gubernamentales, entre ellas, la propia CIA.
De acuerdo con la portavoz de la Agencia, es “importante” tener en cuenta que toda la carrera de Haspel en la CIA, donde ingresó en 1984, se produjo de manera “encubierta”, por lo que “mucha de la información” que el público tiene de ella es “incorrecta”.
Más allá de valoraciones éticas sobre el uso de la tortura, que ha llevado estos días a organizaciones humanitarias como Human Rights Watch ha denunciar el apoyo de Haspel al uso de “prácticas abusivas”, su nombramiento también es visto con escepticismo debido a los problemas legales que estos abusos han acarreado al Estado.
La CIA, sin embargo, sólo parece ver en ella a la persona “más cualificada para el cargo”.
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