Resalta por la decisión del principal dirigente de no asaltar la capital. Hidalgo se decidió por no continuar tras su victoria
El 30 de octubre de 1810 tuvo lugar uno de los principales enfrentamientos del movimiento de independencia, la batalla del Monte de las Cruces.
En un lugar cercano a lo que hoy es la Marquesa (en el actual Estado de México), se llevó a cabo uno de los enfrentamientos más importante del Ejército Insurgente a las órdenes del Cura Miguel Hidalgo e Ignacio Allende.
Las fuerzas virreinales bajo el mando del Teniente Coronel Torcuato Trujillo, dos batallones del Regimiento Provincial de Tres Villas y algunos Dragones de España, se situaron en las inmediaciones de Toluca para cerrarles el paso, al enterarse de que las fuerzas insurgentes se acercaban a la Ciudad de México.
A este lugar se le conocía como monte de las cruces debido a que era un paso en el que muchos asesinos y bandoleros emprendían sus tropelías. Así, como había muchas muertes en este paso, resaltaban las cruces por cada fallecimiento.
Con al menos 1,500 hombres, los realistas enfrentaron un contingente de miles de insurgentes; los realistas contaban con más disciplina, pero el número arrollador de insurgentes arrasó con los ejércitos virreinales.
En esta acción destacó ampliamente la capacidad militar de Ignacio Allende y de Mariano Jiménez. Los escasos realistas sobrevivientes se retiraron hasta la Ciudad de México, con lo cual dejaron paso libre y casi sin dificultad para ocupar dicha ciudad al Ejercito Insurgente.
El suceso bélico tiene un lugar destacado dentro de la historia de la lucha por la Independencia por varias razones; la más importante es que, tras el triunfo, los insurgentes tuvieron el camino libre para ocupar la Ciudad de México.
No obstante, también resalta por la decisión del principal dirigente Hidalgo de no asaltar la ciudad. Diversos motivos se han elucubrado para explicar por qué el general decidió no tomar el centro económico, político y social de la en ese entonces Nueva España.
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En el tercer tomo de la obra monumental México a través de los siglos, Julio Zárate menciona “unos atribuyen tan inesperada resolución a la falta de plan, de sistema y de objeto determinado que caracterizó los actos todos de Hidalgo, al aturdimiento que produjo en su ánimo el espectáculo de los numerosos muertos (…).
“Otros pretenden explicarla con la situación en que los rápidos movimientos de Calleja colocaron al ejército independiente y con la inacción de los partidarios de su causa en el seno de la misma capital (…).
Algunos la hacen consistir principalmente en la falta absoluta de parque y en la consideración que tuvo Hidalgo de que entregándose al saqueo de la opulenta ciudad, las masas indisciplinadas que le seguían, la noble causa de la insurrección quedaría enteramente desacreditada”, agrega
Para dar una respuesta, Zárate refiere que Hidalgo remitió una carta a un jefe insurgente donde le explicó el porqué de la retirada de Cuajimalpa. Según indica, en este documento Hidalgo refiere:
“El vivo fuego que por largo tiempo mantuvimos en el choque de las Cruces debilitó nuestras municiones, en términos que convidándonos la entrada a México las circunstancias en que se hallaba, por este motivo no resolvimos su ataque y sí retroceder para habilitar nuestra artillería (…) esta retirada, necesaria por la circunstancia, tengo noticia se ha interpretado por una total derrota, cosa que tal vez puede desalentar a los pusilánimes”
Lo anterior es recuperado por Carlos Herrejón Peredo, en su libro La ruta de Hidalgo, quien agrega que:
“Allende y otros jefes deseaban proseguir a México, pero se impuso Hidalgo; quien prefirió retirarse argumentando que sin la seguridad de los partidarios de la ciudad que no se han comunicado y ante la falta de municiones, no es aconsejable arriesgarse, pues el enemigo con muy poca artillería ha hecho estragos. También le pesa ver a muchos de sus indios y castas resfriados, asustados y deprimidos. A las 11 a. m., se levanta el campamento en contramarcha hacia Lerma, adonde llegan al anochecer”
La batalla
De acuerdo con Herrejón Peredo, “la batalla se desarrolló en desigualdad de condiciones para ambos bandos. Los insurgentes eran más de 70 mil, los realistas menos de cinco mil. Los últimos estaban bien entrenados y armados; la tropa de los revolucionarios en cambio estaba mal armada y era indisciplinada.
Al final de la contienda, relata, “murieron dos mil realistas y más de dos mil insurgentes. Cara victoria. Desde lo álgido de la batalla, muchos insurgentes han desertado, y más, al ver y sepultar a los muertos”.
Finalmente, refiere que el 2 de noviembre, cuando llegó la noticia a México de que el numeroso ejército independiente levantó su campo y retrocedía lentamente hacia Toluca, despertaron las intrigas de las autoridades virreinales, quienes aprovecharon el repliegue de Hidalgo y sus huestes para iniciar una campaña “informativa”, señalando que ellos habían sido los vencedores de la batalla en el Monte de las Cruces.
De hecho, concluye, un año después el virrey invitó a los capitalinos a celebrar el “aniversario de gracias al Todopoderoso por los beneficios recibidos en la batalla del Monte de las cruces, que se ha de celebrar a la portentosa imagen de nuestra señora de los Remedios”.
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CAB