Si bien la familia de la estudiante logró ver tras las rejas al asesino, aún vive atemorizada bajo las amenazas recibidas por los familiares del feminicida
A más de dos años del asesinato de Verónica Guadalupe Benítez Vega, familiares y amigos siguen luchando porque las autoridades visibilicen los feminicidios e impongan justicia completa en contra del asesino de la estudiante.
La historia de la joven de 21 años, estudiante de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, se suma a la de cientos de mujeres que diariamente son violentadas y asesinadas en México, en actos que quedan totalmente impunes llenando de impotencia a la familia y de rabia a la sociedad.
Guadalupe, que estudiaba la carrera de Bioquímica Diagnóstica, recibió 17 puñaladas en el pecho de parte de Luiz Ángel Reyes, quien además le destrozó la cara con un tabicón de tres kilos.
La joven pareja se había casado tan solo seis meses antes del homicidio en la parroquia San José El Vidrio, ubicada en el municipio Nicolás Romero, Estado de México.
El día del asesinato, familiares de Lupita recibieron una llamada donde los vecinos le señalaban “Vete rápido al departamento de tu hermana porque Luis Ángel le está dando en su madre”, recuerda Juana Isabel, hermana de la joven.
Jesús Benítez Estrada, padre de la joven.
Después de colgar el auricular Juanita cargó a sus dos pequeños hijos y pidió a un familiar apoyo para llevarla al lugar a bordo de una camioneta.
“Cuando llegamos ya había mucha gente (…) y mi hermana estaba tirada (sobre un camino de terracería) con mucha sangre y al lado de ella estaba la mamá de Luis Ángel”, narra Juana.
Al lugar de los hechos llegó Luis Ángel, quien según los familiares de la víctima, se encontraba muy alterado preguntando “Dime que salve a Lupita y a mi hijo”.
El homicida fue detenido y durante sus primeras declaraciones dijo que ambos habían sido víctimas de un intento de robo y secuestro de su bebé, quien apenas había cumplido tres meses.
Sin embargo, Luis Ángel Reyes cayó en contradicciones y en las investigaciones se demostró a través de pruebas de criminalística y genética forense, que la joven se había defendido y arañado a su agresor, estos datos quedaron asentados en el expediente.
El homicida
La familia de Lupita no podían creer que Luis Ángel fuera el autor de semejante crimen, y recuerdan que ejercía su profesión de nutriólogo con pasión vendiendo “lunch” saludables para los niños de una escuela particular.
Los peritajes revelaron que el cuerpo de Verónica Guadalupe tenía dos trozos de metal, los cuales eran parte de los cuchillos usados para la preparación de los alimentos que después ponía a la venta.
Amigos de la víctima apuntan que Luis conoció a Lupita en una fiesta de XV años. Ella era todavía menor de edad, tenía apenas 16 años de edad, y él rebasaba los 18.
“Era engañoso”, destacan, y lamentan que hubiera aislado a su amiga de la familia, las fiestas e incluso perdió aquella alegría que tanto la caracterizada. “Siempre usaba chamarra o suéter de mangas largas no importaba el clima, nos engañó a todos. Nos dio una cara y en realidad fue (…) un monstruo”.
La revictimización
Aunque existían pruebas criminalísticas, periciales y dos testigos que observaron parte de la agresión que Luis Ángel cometió hacia Lupita, el Juez de Control dictó una prisión oficiosa -privación temporal del derecho a la libertad- y abrió el proceso a la investigación complementaria.
El actuar omiso de las autoridades permitió que existieran muchas irregularidades en el caso y que inclusive se “perdieran” parte del expediente de las pruebas que se tenían contra el homicida.
La familia fueron entonces víctimas indirectas del feminicidio al ser expuestas a un trato de criminalización, de revictimización, de ofensas y de discriminación.
Sin embargo, fue su lucha la que logró que el caso de Lupita se pudiera canalizar a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México y dar inicio el juicio oral contra el agresor.
Un año y siete meses después fue declarado culpable y le otorgaron una sentencia de 55 años de cárcel, a pesar de haberse solicitado la pena vitalicia. Aunque la defensa legal del agresor decidió interponer un recurso de apelación, al exponer su inocencia y la falta de elementos para calificar el asesinato como feminicidio.
Víctor Rogelio Caballero Sierra, presidente del Colectivo Aequus, y quien tomara el caso de Lupita, señaló que ni el Gobierno Federal ni estatal tienen una estadística real del número de feminicidios en el país “porque muchos casos son juzgados como homicidios”.
La mayoría de las sentencias para este tipo de casos oscilan entre 40 y 50 años de prisión.
“Había unas de 60 años, pero en ellas concurrían hechos de complicidad o delitos conexos al feminicidio como secuestro o privación ilegal de la libertad”, argumentó.
Tras una nueva apelación, se logró aumentar la sanción a 62 años y seis meses de prisión para el agresor.
“Es una de las penas más elevadas en el Estado de México para un caso individualizado de una víctima y un victimario”, acentúa.
Si bien la familia Benítez Vega ganó esta lucha, aún vive atemorizada y bajo la incertidumbre de las amenazas recibidas por los familiares del feminicida y la presunta participación de la mamá de Luis Ángel en el asesinato.
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