Aunque sus obras no fueron tan coloristas como los de sus compañeros Rivera y Siqueiros, es considerado como uno de los “Tres grandes”.
Fue un 7 de septiembre pero de 1949 cuando falleció el artista mexicano José Clemente Orozco, quien junto a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros son considerados los tres máximos expositores del muralismo y nacionalismo mexicano.
El originario de Zapotlán El Grande, ahora Ciudad Guzmán, Jalisco, nació el 23 de noviembre de 1883, y a los 7 años de edad fue traído por su familia a la Ciudad de México, en donde comenzó a tomar clases nocturnas de dibujo en la Academia de Bellas Artes de San Carlos.
Para el año 1916, presentó su primera exposición individual en la librería Biblos, la cual fue poco comprendida por las novedades de su arte.
Un año después pintó algunas de sus obras más reconocidas: Soldaderas, Combate y El retrato de su madre.
Su estilo está fundado en un realismo de carácter expresionista, conscientemente ligado a las viejas tradiciones artísticas mexicanas, de violento dinamismo y amplísima factura.
En 1922, al surgir el Renacimiento en la pintura mural, Orozco se reservó las paredes del patio grande de la Escuela Nacional Preparatoria del Antiguo Colegio Jesuita de San Idelfonso.
En 1925, pintó su obra Omnisciencia, un mural en la Casa de los Azulejos y para 1926 realizó la interpretación del periodo posrevolucionario de la Escuela Industrial de Orizaba.
Para el periodo de 1927 a 1934, vivió en la ciudad de Nueva York, donde pintó una serie de cuadros que mostraban el carácter deshumanizado y mecanizado de la gran metrópoli, y otro con temas mexicanos sobre la Revolución.
De regreso en México, realizó un gran tablero para el Palacio de Bellas Artes, el cual fue denominado por Justino Fernández como La Kartharsis.
Entre 1936 y 1939 desarrolló su actividad artística en la capital del estado de Jalisco: los muros del foro del Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, la escalera del Palacio de Gobierno y la capilla del Hospicio Cabañas.
El arquitecto Mario J. Pani le dio la oportunidad de llevar a cabo su primer trabajo exterior: “El pueblo se acerca a las puertas de la escuela”, que hizo en 1947 en el vestíbulo de la Escuela Nacional de Maestros.
En la década de 1940 pintó algunos lienzos caracterizados por las líneas diagonales y el color gris que utilizaba para sus murales y aunque sus obras no fueron tan coloristas como los de sus compañeros Rivera y Siqueiros, con los que recibió el apodo de “Los tres grandes”, utilizó el rojo como color impactante en sus obras.
En los últimos años su estilo se simplificó, al buscar sobre todo un carácter más dramático y violento que le aproximara más al expresionismo.
De 1941 a 1944 se dedicó a la pintura de caballete y a otra gran obra mural en la bóveda y los muros del coro de la antigua iglesia de Jesús Nazareno, donde las ideas que plasma se relacionan con el “Apocalipsis”.
Dos años después creó el mural “Juárez redivivo” en la Sala de la Reforma del Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec.
El pintor y muralista, además fue miembro fundador de El Colegio Nacional al que se integró en mayo de 1947; un año antes recibió el Premio Nacional de Artes en 1946.
Murió el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México y debido a su destacada aportación a la pintura nacional, el entonces presidente Miguel Alemán ordenó que sus restos se sepultaran en la actual Rotonda de las Personas Ilustres.
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