La idea que surgió fue crear una planta que permita reciclar los desechos de la hortaliza en biocombustibles
En Santa Fe, Argentina eran desperdiciados alrededor de 4 mil kilos de zanahoria, lo que ocasionaba problemas ambientales, malos olores, proliferación de roedores y degradación de los suelos. En 2013 la empresa “Val Mar” (dedicada al lavado y empaque de zanahorias en la localidad de Santa Rosa de Calchines) se contactaron con investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) para buscar una solución al asunto.
La idea que surgió fue crear una planta que permita reciclar los desechos de la hortaliza en biocombustibles y suplementos dietarios. El primer paso que se dio fue estudiar la composición de la zanahoria. “Esta hortaliza está compuesta en un ochenta por ciento de agua, pero si seguimos en orden decreciente aparecen los azúcares (casi su totalidad fermentables y posibles de transformar en alcohol), luego las fibras y los carotenos”, señala Juan Carlos Yori, doctor en Ciencias Químicas del CONICET. Con esa información, en 2014 idearon una planta para producir bioetanol, fibras y colorantes naturales a partir del descarte.
Primero la construyeron a escala de laboratorio y luego, en septiembre de 2018, la inauguraron como planta piloto, con capacidad para procesar dos toneladas de descarte por día. Tal como explicaron los investigadores, los azúcares presentes en la zanahoria tienen la característica de ser en su totalidad fermentables, por lo que pueden transformarse en bioetanol de segunda generación, útil para la industria de los combustibles, bebidas, farmacopea, perfumería, entre otras aplicaciones.
El biocombustible producido en la planta piloto se utiliza como solvente de extracción para obtener otros bioproductos: fibras dietarias y carotenos. Los cuales son utilizados como aditivos para la preparación de alimentos funcionales.
En la actualidad, la planta piloto ya genera colorante natural, cápsulas y comprimidos de fibra para consumo personal y fibra empaquetada para incorporar en la producción de alimentos. En cuanto a la rentabilidad, si bien el objetivo inicial de la planta piloto era recuperar los costos de lo que el productor pierde con el descarte de la zanahoria, los resultados fueron más allá.
Con la planta industrial, cada cien toneladas de zanahoria (que es lo que se cosecha en una hectárea aproximadamente de acuerdo a la variedad) pueden producirse cinco mil litros de alcohol (con un precio de un dólar por litro), veinte kilos de caroteno (que se importan a un precio de entre setecientos cincuenta y mil dólares por kilo) y tres mil kilos de fibra (que se importa a quince dólares el kilo), lo que la hace mucho más rentable de lo pensado.
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